Editorial

El Demonio de la Polarización: El exorcismo ha sido un fracaso

Existe gente que vive aterrorizada con la palabra polarización. Es como si les mencionaran al demonio mismo. Se aburren y rechazan la polarización pero se les olvida el porqué de dicho fenómeno. De hecho, el concepto de desigualdad se puede entender como una condición necesaria pero no suficiente para la polarización. Mientras la sociedad esté estratificada, de tal manera, que unos carezcan y otros adolezcan no parece fácil desaparecer la polarización como por arte de magia. Y esto solo hablando de la variable económica, dado que también las diferencias sociales, culturales, políticas, ideológicas, étnicas, religiosas, etc., generan también agudas polarizaciones. Y, además, es obvio, que si la polarización no se resuelve, ésta se puede considerar como elemento explicativo del surgimiento de conflictos.

Se sabe que el concepto de polarización tiene relación más estrecha con los conflictos sociales que el concepto de desigualdad. En veces la desigualdad por sí misma no genera polarización. La desigualdad es una condición necesaria pero no necesariamente suficiente. Es decir, polarizamos porque somos desiguales o diferentes o distintos. Por eso es que emergen como proceso colectivo las contradicciones que nos llevan a una polarización. Una sociedad sin polarizaciones es una sociedad inerte, sin crisis, que solo existe en cementerios o en museos de cera. El tema transcendente está es en el marco político por medio del cual resolvemos nuestras polarizaciones.

En ocasiones la polarización política se agudiza cuando afloran y dominan las emociones más primitivas de la irracionalidad, el desborde y la agresión. Aun así toda polarización que genera conflicto se sitúa en un contexto social y normativo que la envuelve y condiciona. Según el triángulo de Galtung (1998) se observa que la polarización tiene una base material y emocional invisible que puede generar dos estados: resentimiento o frustración y contradicción abierta que puede llegar a un conflicto. De ahí que las polarizaciones hay que entenderlas y resolverlas. Jamás ocultarlas o barnizarlas.

Solo los que persiguen objetivos personales por encima o a costa de los de los otros, invisibilidad las polarizaciones. Es una actitud consistente en no afrontar los problemas. Por cierto los conflictos se evitan o posponen. Es mirar para otro lado. No intervenir. Tampoco es conveniente provocar una acomodación que supone ceder habitualmente a los puntos de vista de otros, renunciando a los propios. Lo que debemos buscar es un compromiso por medio del cual implica la participación de las partes en la búsqueda de un objetivo común. En vez de ocultar supone explorar el desacuerdo, generando alternativas que satisfagan a las partes. Y de no llegarse a un acuerdo, serán los mecanismos civilistas de la democracia los que determinen el deseo de un colectivo. El término también debe entenderse como dos proyectos de vista que son incompatibles, contradictorios, excluyentes, regidos por declaraciones y actos que no concuerdan.

En algunos de nuestros medios de comunicación se pretende reemplazar el papel de los partidos y políticos por medio de noticieros. Atizan sin decirlo la polarización. Emergen entonces algunos periodistas que utilizan el micrófono como arma de proselitismo político. En vez de recurrir a un equilibrio informativo, se cuelgan la camiseta de los candidatos de la politiquería. Los del billete. Como si se trataran de dramaturgos escribiendo el borrador de una epopeya, los directores de estos noticieros cambian o falsean los escenarios, dibujan como héroes a quienes los favorecen, aparecen intertextos para atenuar o magnificar las intenciones, trocan el lugar de los villanos de la ciudad y del Departamento y vacilan en las opiniones sobre cuál sería el más catártico desenlace en contra de todo un colectivo.

La influencia  de  los  medios  de  comunicación  en  la  formación  de  opinión  pública  y actitudes  es  un  fenómeno que ha sido ampliamente  estudiado. Si bien no debe sobrevalorarse el papel de los medios de comunicación en los procesos de subjetivación y conformación de imaginarios, entre estos el político, dado que existe una multiplicidad de factores que inciden en dicho proceso, tampoco puede negarse la importante influencia que ejercen.  Es posible que los medios no tengan el poder de transmitirles a la gente cómo debe pensar o cómo debe votar, lo que sí consiguen es imponerle, muchas veces, al público sobre lo que ha de tratar o pensar.

Es vergonzoso que a través del establecimiento de agenda política, los medios de comunicación tamizan cuáles acontecimientos pasan a la esfera pública y con qué grado de relevancia, y cuáles pasan inadvertidos por las grandes masas de la población. Se acomodan para defender intereses que precisamente hacen parte de la temida polarización. La selección de aquello que llega a las páginas del periódico, lo que se muestra en una fotografía, lo que se exalta y al mismo tiempo lo que se esconde, lo que se minimiza, lo que se magnifica, lo que queda fuera de foco, construyen una versión falseada de la realidad que indubitablemente no es objetiva, sino que se encuentra determinada por las relaciones de poder y los intereses político-económicos del contexto en que se desarrolla. Y eso es, lógicamente, corrupción. Como lo dice el viejo texto: viven a Dios rogando, pero siempre con el mazo dando.

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