Editorial

Lecciones de Doña Democracia

A propósito del paro y la marcha del pasado 21 de noviembre

Un hecho singular como el paro y la marcha del pasado 21 de noviembre pone al descubierto ciertas inconsistencias políticas de funcionarios y ciudadanos sobre la naturaleza del Estado colombiano y del régimen democrático establecido.

Con doña Democracia pasa lo mismo que con doña Corrupción aunque en sentido contrario. Todo el mundo, incluyendo corruptos, declara rechazar a doña Corrupción. Todos hablamos de los males o secuelas que nos ocasiona y de la necesidad de acabarla a cualquier costo.

Nos referimos entonces a una especie de señora corpulenta y cleptómana, con una cartera o maletín bien grande en donde deposita todo lo que logra esquilmar, especialmente, de los bienes públicos. Sin embargo, paradójicamente, no todos los que rechazan la corrupción hablan de los corruptos por sus nombres propios y, por el contrario, muchos se vanaglorian de ser sus buenos amigos o compañeros.

Otros, sin duda, sienten un temor secular para no mencionarlos y, de esta manera, los corruptos terminan cohabitando felices en nuestras sociedades como si fuesen ejemplos de grandes hombres de empresa y/o ejemplos de la más gloriosa superación personal.

Es tal vez por eso que la corrupción es como una medusa con miles de tentáculos.

Resulta que con la doña Democracia ocurre algo similar. No es fácil encontrar un individuo, especialmente en el campo de la política, que se declare en público como un ser antidemocrático. Todos somos muy demócratas de dientes para afuera… hasta que nos salta la liebre y es cuando pelamos el cobre. Lo que no quiere decir que no haya autoritarios sino que, simplemente, se ocultan debajo de las faldas de doña Democracia para pelechar en disimulo con ideas retrogradas y fascistas.

Apenas aparece el primer temblor o la primera crisis natural, propia de un régimen democrático, desempolvan entonces todo el arsenal bélico contra los elementos más esenciales de este tipo de régimen político.

Por definición (todas son controvertibles) la democracia contempla al menos cuatro elementos que la diferencian de otros regímenes como los populistas y/o autoritarios: la libre competencia por el ejercicio del poder en virtud de la existencia de elecciones libres y transparentes; La participación activa y permanente de la ciudadanía en la vida política y cívica; la protección de los derechos básicos de ciudadanos y ciudadanas; y la preservación del Estado Social de Derecho que garantiza un tratamiento igualitario a todos ante la Ley. Son, por así decirlo, cuatro dimensiones o fundamentos de una misma cosa: la democracia.

La principal diferencia entre la democracia y sistemas totalitarios radica en que la primera pone énfasis en la libertad de elección de los agentes del Estado (de ahí que quienes construyen maquinarias electorales, doblegan los medios de comunicación y compran votos son destructores de la democracia), el respeto al pluralismo (de ahí que quienes se consideran castas predeterminadas para gobernar son destructores de la democracia), el establecimiento de límites de la acción gubernativa para evitar los abusos de la autoridad y la garantía del ejercicio de los derechos individuales y colectivos, es decir, nadie puede ser perturbado en sus derechos civiles y políticos básicos, con independencia de género, raza, religión y preferencia sexual.

El principio esencial del régimen democrático es la soberanía popular. Por eso unas elecciones transparentes infieren que sus resultados reflejan con precisión la voluntad ciudadana. Quien solo reconoce los resultados electorales cuando gana pero los escamotea cuando pierde, es cualquier cosa, menos un demócrata.

Los partidos políticos son importantes en una democracia, incluyendo a aquellos que se presentan como alternativos o contrarios al poder establecido. Sin embargo, no sobra decirlo, la participación de la ciudadanía en la vida política y territorial va mucho más allá de poder votar en unas elecciones. La gente tiene el derecho a movilizarse y expresarse dentro y fuera de su propio país, en especial, cuando se trata de reclamar sus derechos o cuestionar las medidas de Gobierno que crean les son lesivas.

Mientras la ciudadanía o una parte de ella ejerzan sus derechos de forma pacífica y sin infringir los derechos de los demás, nadie está condicionado para obstaculizarlos. Así la mayoría de la gente esté en desacuerdo. En una democracia tanto los políticos como los representantes del Estado deben regirse por las leyes que han sido acordadas. La democracia se basa en un Estado de Derecho y no en las arbitrariedades de los gobernantes como sucede en las monarquías, las teocracias y las dictaduras.

En una democracia no hay nadie que esté por encima de la Ley, incluso, ni siquiera el primer mandatario. En resumen, la democracia brinda a los individuos más oportunidades de desenvolvimiento público y privado.Obliga por lo tanto a modificar las circunstancias de exclusión y discriminación muy propias aún en el ambiente político colombiano. También a desmontar la falsa idea de que la política solo es propia a las élites sociales.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Cerrar