Editorial

LA SEGURIDAD HUMANA: TEMA OBLIGADO EN CAMPAÑA ELECTORAL

El tema de la percepción de la seguridad se ha convertido en una manifiesta preocupación universal. Es pertinente en las campañas electorales tanto en los países ricos como en los países pobres. Existen muchas amenazas o factores de riesgo que son comunes a toda la gente, tales como desempleo, estupefacientes, delitos, violencia, corrupción, marginalidad, deterioro ambiental y las violaciones abiertas o encubiertas de los derechos humanos. Todas estas amenazas contra la seguridad son reales y, por desgracia, van en aumento de la mano de la pobreza y la marginalidad.

Se hace necesario recomponer el concepto de seguridad sobre el cual se habla en nuestro tiempo. La seguridad no debe ser solamente una preocupación por poseer medios represivos o coercitivos legales para la protección del ciudadano o, si es del caso, de una Nación. Es primero que todo, una preocupación por la vida y dignidad de los seres humanos. Es más fácil velar por la seguridad humana mediante las alertas y/o la prevención temprana, que con la intervención posterior. Al igual que en temas de salud, es menos costoso y complejo hacer frente a los factores de riesgo.

La seguridad humana debe estar centrada en el ser humano: como individuo y colectividad. Se debe preocupar por la forma en que la gente vive o sobrevive, también por la libertad con que se pueden ejercer sus potencialidades, por el grado de acceso al mercado de bienes y servicios, y por las oportunidades sociales para resolver sus problemas y satisfacer sus necesidades y poder, de esta manera, vivir en paz o en convivencia.

Se puede decir que la seguridad humana tiene dos aspectos principales. En primer lugar, significa seguridad contra ciertas amenazas recientes o crónicas como son el hambre, la enfermedad y la negación de la libertad y la participación. En segundo lugar, significa protección contra alteraciones súbitas y traumáticas de la vida cotidiana, ya sea en la calle, en el hogar, en el empleo o en los espacios sociales de frecuencia comunitaria. La pérdida de la seguridad puede ser un proceso lento y silencioso o una emergencia abrupta y estridente. Puede ser obra humana, como resultado de opciones erradas de política o fenómenos delincuenciales. Puede ser consecuencia de la fuerza de la naturaleza. O puede ser una combinación de ambos casos, como ocurre con frecuencia cuando el deterioro del medio ambiente desemboca en un desastre natural seguido por la tragedia humana.

Existe un vínculo entre la seguridad y el desarrollo: las mejoras en una esfera contempla posibilidades de lograr progresos en la otra. Pero también ocurre lo contrario: el fracaso en una esfera aumenta también el riesgo de que fracase la otra. Ante un desarrollo económico fallido o limitado se infiere un aumento de la privación humana, la pobreza, el hambre, la enfermedad, la marginalidad, la pérdida de autoestima, o las disparidades persistentes entre comunidades étnicas, entre regiones, en el acceso al poder y la oportunidad económica. Aún actuando como telón de fondo esto indudablemente puede provocar diferentes formas de la violencia.
Por eso quienes ofrecen seguridad humana en una campaña electoral deben cambiar en dos grandes sentidos el concepto: 1.) Del acento exclusivo en la seguridad territorial a un acento mucho mayor en la seguridad de la población. O sea, considerar las condiciones materiales y espirituales en la que se desenvuelve dicha población. Y, 2.) De la seguridad mediante los armas o la represión a la seguridad mediante el desarrollo humano sostenible.

Ese cambio de enfoque nos genera una identificación de amenazas que deben ser contempladas en una política pública de la seguridad humana: • Seguridad económica • Seguridad alimentaria • Seguridad en materia de salud • Seguridad ambiental • Seguridad personal • Seguridad de la comunidad • Y, Seguridad política. De ahí que nos quedamos cortos si sólo conceptualizamos la seguridad humana como un tema eminentemente represivo (variable policiva), olvidándonos de otras variables que generan estructuralmente los diferentes episodios de la violencia o del delito (variables civiles).

Por eso podemos concluir que no es más segura una ciudad que esté repleta de cámaras de vigilancia y/o de un policía en cada esquina. Así mismo, esto explica que aun en aquellos sitios donde se ha logrado una notoria reducción de las tasas de criminalidad, se establece una especie de piso de cristal que no permite mantener o profundizar la disminución, dado que los temas que son el sustento explicativo y generador de los hechos violentos y delictivos son casi siempre abandonados.

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