Editorial

La deplorable metamorfosis del periodismo en Santa Marta

No cabe duda que el periodismo vive una mutación sin precedentes. Una especie de metamorfosis que está siendo condicionada por dos elementos claves: en primer lugar, el cada vez más complejo proceso de avances tecnológicos y, en segundo lugar, la oportunidad cernida sobre sus hombros de ser cooptado por los poderes clásicos de la democracia capitalista para constituirlo en elemento al servicio de los intereses políticos predominantes. El trabajo de los periodistas se ha tornado entonces más dinámico, sometido a numerosas presiones o limitaciones desde el ejercicio del poder político y empresarial, lo que lo torna mucho más complejo y riesgoso. Todo esto lo ha llevado a caminar sobre el filo de la navaja, pese a su importancia profesional y social.

El trueque se ha convertido en elemento clave de lo que se aprueba en las salas de redacción, tanto en los medios televisivos o escritos como radiales, evaporándose, en muchas veces, los más caros principios ético-profesionales del periodismo. Esto hace que frecuentemente encontremos agudas discusiones sobre irregularidades, entre estas, la información sesgada o malintencionada políticamente, la influencia indebida de medios empresariales o grupos familiares, los conflictos de intereses y la difusión de prejuicios en contra de ciertos actores sociales o de la política. Por decirlo de alguna manera: el llamado cuarto poder ha quedado, en más de un lugar, cooptado o subsumido en las fauces de quienes controlan el poder del Estado o de la economía.

Es una gran tarea en nuestro tiempo la de promover y defender la práctica de un periodismo ético por parte de ejercitantes y de los ciudadanos. El periodismo es una profesión de suma importancia que amerita un grado alto de confianza por la ciudadanía y, tal vez, esto se logra por medio de un proceso de profesionalización protegido por una normatividad institucional y por el desempeño de una ética que resuelva, de una vez por todas, con autonomía, quienes están facultados para ejercer dicha profesión con la mayor responsabilidad que toda la sociedad les demanda.

En alguna ocasión Juan Gossain (“un empírico afortunado”) sostuvo que: “sería estúpido que alguien se ufanara de no haber estudiado. Por eso mismo, y a riesgo de que mis colegas empíricos vuelvan a regañarme, digo una vez más que el periodista tiene que venir formado de una escuela. No es posible que, si le nace de su voluntad, él se vaya preparando mientras ejerce el oficio. Es al revés: al periodismo hay que llegar preparados. La universidad suele darle al muchacho las bases humanísticas, académicas y hasta éticas que se requieren en este trabajo. Si no dejan operar del corazón a quien no ha estudiado medicina, ¿por qué hacerlo en el periodismo?”. No cabe duda que una profesión de una alta responsabilidad social no puede estar en manos de personas que no responden a una experiencia formativa con una alta responsabilidad ética.

Cuando no se cumple con unos mínimos criterios, lo que ocurre son informaciones falsas o trucadas (fake news), propaganda religiosa, política y empresarial encubridoras y los abusos vergonzosos observados en ciertas plataformas digitales que se colocan al servicio del mejor postor, todo esto, supone una amenaza para la democracia y, al mismo tiempo, como en realidad ocurre, se abren nuevos frentes a defensores de la más auténtica libertad de expresión y de los más sentidos derechos de la ciudadanía.

La, en veces ponzoñosa, mezcla de tecnologías digitales con las acostumbradas mañas de políticas corruptas y de la explotación comercial están creando fracturas por tensión o polarización continuada en el campo de la información pública. Es una paradoja, en este caso, que quienes hacen el periodismo orgánico o de bolsillo sean los sepultureros de lo que las escuelas o facultades de periodismo enseñan con responsabilidad a sus estudiantes. Es entonces cualquier cosa, menos periodismo.

Para la ilustración de los lectores transcribimos algunos deberes éticos de periodistas y medios de comunicación según la Federación Colombiana de Periodistas (FECOLPER), consagrados en su Código Ético. Estos son: “Respetar la verdad. De acuerdo con este deber, el periodista defenderá, en toda ocasión, el doble principio de la libertad de investigar y de publicar con honestidad la información, la libertad del comentario y de la crítica, así como el derecho a comentar equitativamente y a criticar con lealtad. El periodista no informará sino sobre hechos de los cuales conoce el origen, no suprimirá informaciones esenciales y no falsificará documentos. El periodista… debe evitar que se facilite la discriminación, fundamentada especialmente en la raza, el sexo, la moral sexual, la lengua, la religión, las opiniones políticas y demás, así como el origen nacional o social. El periodista considerará como faltas profesionales graves: el plagio, la distorsión mal intencionada, la calumnia, la maledicencia, la difamación, las acusaciones sin fundamento, la aceptación de alguna gratificación a consecuencia de la publicación de una información o de su supresión. El periodista no comprometerá su imparcialidad a favor de un grupo o persona con el fin de otorgarle ventajas frente a otros grupos o personas en medio de debates electorales”. Como vemos, todo periodista digno de llamarse como tal, se debe imponer el deber de cumplir con los principios que han sido enunciados.

Estado, La UNESCO, respecto a la responsabilidad de los periodistas, ha declarado en su Código Internacional de Ética Periodística que el pueblo tiene el derecho a recibir una imagen objetiva de la realidad por medio de una información precisa y completa y de expresarse libremente a través de los diversos medios de difusión de la cultura y la comunicación. Agrega que la tarea primordial del periodista es la de servir el derecho a una información verídica y auténtica por la adhesión honesta a la realidad objetiva, situando conscientemente los hechos en su contexto adecuado. Lo anterior le demanda que el periodista profesional mantenga un alto nivel de integridad. Esto incluye el derecho a abstenerse de trabajar en contra de sus convicciones o de revelar sus fuentes de información y también el derecho de participar en la toma de decisiones en los medios de comunicación en que esté empleado.

 

Cabe ahora preguntarnos para el caso de Santa Marta y el Departamento del Magdalena: ¿Cuál es el perfil ético profesional de varios periodistas que han convertido los medios de comunicación en donde trabajan en auténticos comandos electorales en favor de la politiquería de los clanes familiares más conocidos en Santa Marta y el Magdalena? Lo cierto es que la libertad de prensa es una premisa básica para que la sociedad tenga conocimiento veraz y oportuno de la realidad. Por tanto, debe ser mantenida a salvo de toda intrusión o coacción de cualquier forma de interés o poder, sea público o privado, económico o político o religioso.

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