Editorial

El Síndrome de los Viejos Tiempos: Del Porqué Deben Renunciar los Funcionarios de Rugeles

 

Dos situaciones advierten que lo que se viene en la Alcaldía de Santa Marta es una confrontación política y administrativa entre los obsecuentes funcionarios servidores de Rugeles, empotrados en los cargos bajo la figura de la Ley de Garantías (Ley 996/2005) y el Alcalde Rafael Martínez, quien acaba de retornar a sus funciones después de la suspensión de una medida cautelar en su contra. Como lo ha dicho el mismo Alcalde: “lo que ha estado en juego son dos estilos o modelos políticos que se diferencian en la concepción del papel del Estado, la democracia, la justicia social y, lógicamente, en la resolución de los problemas y la satisfacción de las necesidades de la gran mayoría de la población, en especial, de sus sectores más vulnerables”.

La primera situación tiene que ver con lo que se dijo y lo que no se dijo en el primer Consejo de Gobierno llevado a cabo después del retorno del Alcalde Martínez. Cabe recordar como nota previa que de la planta de secretarios existente a la llegada de Rugeles soló no declaró insubsistentes al Secretario de Gobierno, por razones de incapacidad médica, y al gerente del SEPT, porque este último fue elegido por la Junta Directiva de dicho organismo por periodo fijo (sin embargo, Rugeles lo declaró también insubsistente pero tuvo que reversar la medida por ilegal). Es decir, Rugeles cambió 27 personas que ocupaban igual número de cargos del gabinete distrital que había dejado Martínez, constituyendo en la práctica un nuevo gobierno al mejor estilo de los clanes que habían gobernado por décadas a la ciudad. De ahí la bien ganada analogía de haber actuado como el “pacificador” Morillo en tiempos de la avanzada antirrepublicana de los españoles en la Nueva Granada. Vino a arrasar el gobierno de Rafael Martínez y a restituir, de esta manera, a las viejas castas familiares que aún pretenden retornar por cualquier método en el poder en la capital del Magdalena.

En dicho organismo muchos de los alfiles de Rugeles explayaron sus hojas de vida, repletas de títulos profesionales, para auto-declararse como meros “técnicos” que profesan un “amor probo” por la ciudad de Santa Marta. Hasta la doctora Marta Castañeda, una rancia politiquera de vieja data, expresó que no respondía a ninguna ideología ni adscripción alguna a un partido o movimiento político. Es decir, otra “técnica” más, dispuesta a cultivarle flores al Alcalde Martínez. Por supuesto que en este caso, como en otros menos rimbombantes, no se lo cree nadie. Bastaría con repasarle sus andanzas con el ex procurador Ordoñez para develarle su talante ideológico y político. Es decir, no cabe duda que las declaraciones en tal sentido afloran como un plan orquestado para quedarse sin contemplación alguna en los cargos que ocupan. Declararse sin ideología y sin perfil político es precisamente el primer acto político de quienes pretenden “meter el dedo en la boca” a la ciudadanía samaria.

Como vemos, este cinismo presume mucho de los títulos o de lo que saben, con un estilo arrogante y pendenciero, para declararse como agentes “apolíticos” con la pretensión íntima de ocultar su verdadera visión política del mundo. Menos mal que ningún país del mundo ha estado gobernado por meros “técnicos”, ajenos a la política, y si así fuese, sería un verdadero desastre. O tal vez les cabe la reflexión de no querer cargar con la obra de Rugeles y sus consocios como si la ciudadanía no supiera por dónde le entra el agua al coco o dónde ponen los huevos las garzas.

La segunda situación preocupante fue la ruidosa declaración de Rugeles dada minutos antes de partir hacia la capital colombiana: “Me voy de Santa Marta con la satisfacción del deber cumplido, la casa se puso al orden, la casa se limpió… la batalla no termina acá… no vamos a dar tregua alguna”, etc. De estas breves frases puede inferirse que el complot pareciera seguir contra los miembros de Fuerza Ciudadana. En realidad, esa fue su tarea principal dado que no vino a administrar la ciudad sino a desprestigiar y perseguir. De ahí su accionar de montar un gabinete y otros altos funcionarios bajo el dedo discrecional de los politiqueros del Magdalena, dispuestos a acompañarlo en su “pacificadora” cruzada. Nos preguntamos: ¿Será que los nombrados recibirán órdenes desde Bogotá para seguir afianzando los intereses de las élites de la política en Santa Marta? ¿Tendrá la caterva de funcionarios a Rugeles operando como alcalde desde Bogotá y, tal vez, con una alcaldesa intermediaria a bordo en el gobierno samario? En fin: ¿cómo hará Rafael Martínez para gobernar con un gabinete que no solo no responde a sus intereses ideológicos y políticos sino que le torpedea su Plan de Desarrollo de manera franca como ha venido ocurriendo en los últimos meses? No cabe duda la tarea compleja y difícil que tiene por delante el burgomaestre de los samarios.

Santa Marta pareciera tener en tan crítica situación tres alcaldes en un solo gobierno: un Alcalde legítimo, elegido masivamente por los samarios, Rafael Martínez y dos espurios en trance complotador; un hecho a todas luces inconcebible y que debe ser denunciado en todo el territorio nacional. No cabe duda que los apéndices de Rugeles tienen la esperanza oculta de un retorno del interino o de alguien que se le parezca. Guardan para sí la esperanza inefable que la politiquería lo restituya de nuevo al mando de los destinos de Santa Marta. Algo tan patológico como el Síndrome de los Viejos Tiempos. En eso no puede la ciudad dormirse porque los diablillos que nos rondan nunca duermen.

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