Editorial

¿A QUÉ VINO EL “PACIFICADOR” RUGELES A SANTA MARTA?

Una vez fue nombrado Rugeles como alcalde (e) por el Presidente de la República debimos preguntarnos sobre el desenlace de la antinomia entre un alcalde en extremo conservadurista y un gobierno que fue establecido con una votación de más de 93 mil ciudadanos y franco propugnador de una filosofía política del cambio y la transformación del ente territorial. Fue entonces cuando el concepto de “transitoriedad”, en las propias palabras de Rugeles, asumió una connotación no de temporalidad sino de intervención traumática para cambiar lo que encontraba. Nunca entendió su presencia bajo la “transitoriedad” que en términos legales y jurídicos son establecidos en la Constitución Nacional y en la Ley, sino que sometió a la transitoriedad al gobierno que había recibido y debía preservar. Es decir, bajo una truculenta estrategia política preconcebida desde Bogotá, requirió desmontar las cabezas más visibles en la estructura administrativa, como los secretarios de despacho y algunos asesores, nombradas por el legítimo alcalde de Santa Marta, Rafael Martínez, y, a su vez, obstruir de pleno el Plan de Desarrollo que había sido elaborado con la mayor participación e inclusión ciudadana posibles.

Rugeles no vino a gobernar sino a reconquistar el territorio. Vino para desbaratar, perseguir, discriminar e “investigar y denunciar” supuestos actos de corrupción en el ente territorial. El concepto de transitoriedad aplicado por Rugeles consiste en la no-permanencia de lo establecido por la ciudadanía y el gobierno legítimo del alcalde Martínez.

Para Rugeles, la transitoriedad nunca fue entendida como su obligado paso temporal en el cargo, sino como una era condicionada por su misión conspirativa contra el gobierno del legítimo alcalde Martínez. Para él todo bajo su modelo “reconquistador” de extrema derecha está sujeto a cambiarse. Esto sin tener en cuenta las consecuencias nefastas para la ciudad de Santa Marta. Sin respetar o consultar a quienes ganaron en las urnas el derecho a gobernar, a los que amenaza con la insípida sátira de que “vino para rugir” contralas fuerzas democráticas y alternativas, mientras que en la realidad solo “maulla” ante las familias poderosas como son los Cotes o los Díazgranados, por ejemplo. El desafuero por borrar, invisibilizar, tachonar, desnaturalizar, tergiversar, etc., toda la obra de Caicedo y Martínez se le ha convertido en obsesión para Rugeles.

En efecto, el encargado de la Alcaldía de Santa Marta ha revertido al gobierno de Santa Marta: de un gobierno proclive a los cambios, las transformaciones, la participación ciudadana y la inclusión social, a un gobierno en manos de ciertos peones o alfiles de las élites del Departamento del Magdalena, con una ideología definitivamente retrógrada y antipopular (el caso más elocuente está dado por la ultraconservadora Marta Castañeda nombrada por Rugeles como Jefe de la Oficina Jurídica de la Alcaldía Distrital de Santa Marta).

De ahí que la idealización en que incurrieron muchos ciudadanos, en el sentido que lo de Rugeles sería cosa de días o de semanas, se vino al piso. Rugeles vino con un plan preconcebido para quedarse. Vino a la manera de tanque de guerra y hasta de oxígeno para el respiro profundo que requieren las élites de Santa Marta y del Magdalena para aruñar de nuevo la posibilidad de volver a ganar las próximas elecciones a cualquier costo y por cualquier medio. En la vida hay personas para todo, como en este caso, Rugeles vino a hacerles el trabajo sucio. A la manera de un político “prepago”, de esos que abundan como verdolagas a lo largo y ancho de Colombia.  

La auto-reclusión de Rugeles en las instalaciones militares de Santa Marta a partir del primer momento que se bajó del avión que lo trajo de la gélida Bogotá, se convirtió, a la larga, en signo patognomónico de que su conciencia venía armada con lanza y escudo. El hombre indicado para el desastre: la retoma y hasta la “pacificación” de la ciudad. No puede negar que con desconocimiento de la estadística oficial dijo en cosa de días que Santa Marta era una de las ciudades más peligrosas y corruptas del Mundo entero. Sin embargo, ha sido él quien ha sumido inmarcesiblemente a la ciudad, bajo su ilegal y oculto propósito, en una danza caótica. El gobierno de Rafael Martínez lo ha convertido en un gobierno perecedero, bajo el corrupto modelo de las cuotas políticas, para la complacencia de la voracidad burocrática y politiquera de unas cuantas familias del territorio, con las que comparte a manteles y les entrega funciones que corresponden al distrito, familias que han sido las responsables de que la primera ciudad fundada en Colombia adoleciera de toda clase de problemas y necesidades.

Rugeles representa el nefasto pasado en donde el gobierno de Santa Marta se feriaba en el Club Santa Marta, al fragor de unos tragos y suculentas “picadas”, como cualquier negocio de familia. Hay que decirlo sin tapujo alguno: Rugeles viene siendo el responsable del retroceso político-administrativo que se observa en el territorio samario. De la pérdida tanto de la gobernabilidad como de la gobernanza. Es un gobierno “ilegítimo” en la medida que no se han respetado las normas establecidas en la Constitución Política Colombiana para reemplazar temporalmente al alcalde suspendido; es una caricatura de gobierno “transparente” porque la ciudadanía no lo ve, no lo escucha y no lo siente. Es una especie de gobierno oculto. Con careta de inocencia, lo que lo hace más nocivo. Un gobierno advenedizo que de manera paradójica terminará obligando al candidato del Partido Conservador a la alcaldía de Santa Marta a tener pronunciarse sobre la difícil situación ocasionada a los samarios por los desafueros y desatinos de Rugeles.

En realidad, no es Rugeles un artífice solitario de la cruzada “reconquistadora” y conservadurista en Santa Marta (su despoblada cabeza no es suficiente para tanta malignidad): es su partido político, el Partido Conservador, encabezado por la señora vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, con la desmedida anuencia y complacencia del presidente Duque y acompañado de las élites locales, muchas de ellas con frondosos prontuarios delictivos, cuando no con una ingénita ineficiencia e incompetencia en los cargos públicos ocupados como herencia familiar.

Ya veremos cómo responderá la ciudadanía samaria. Por lo que se observa, la gente no se traga los cuentos “chimbos” de Rugeles contra Caicedo y Martínez. La traída de Rugeles puede significar “un tiro en el pie” o, como lo dice el viejo refrán, “el tiro les puede salir por la culata” a quienes hoy se ven favorecidos con sus desafueros y desatinos. Hasta ahora la audiencia de quienes son el soporte de Rugeles en Santa marta es a todas luces pírrica. Con Rugeles las élites y su candidato a la alcaldía distrital de Santa Marta van camino a otra derrota electoral. Amanecerá y veremos. 

 

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