Santa Marta

El futuro escenario de una posible gesta histórica que cada vez está más cerca

En Santa Marta se oirá una bulla unísona, conformada por pitos de carros, gritos de júbilo, arengas, cohetes y en especial una melodía pegajosa de un jingle que se convirtió en un “hit parade” en los últimos tres meses. Detrás del imponente montículo llamado El Morro, ubicado al frente de su bahía, se divisará una embarcación con varios tripulantes muy reconocidos y un “mono” en un flotador de ule de color rosado acompañádolos.

Será el último domingo del mes de octubre de 2019, en una tarde anaranjada que se aprestará a darle paso a la mejor noche que va a tener la ciudad en toda su historia. Esa noche, Santa Marta no dormirá, por el contrario, sus habitantes amanecerán con sus festejos ruidosos. Los únicos que no se unirían a esas celebraciones y tampoco pegarían un ojo por la bulla, serían los que no estarían de acuerdo con el resultado amplio que causaría el festín de la inmensa mayoría.

El jolgorio será por un triunfo completo nunca antes visto en los 497 años de existencia de la ciudad. Una victoria unánime, en la que por primera vez el pueblo entero por fin ganará una. Sin embargo, pese a que para los que no estarían de acuerdo con los festejos bulliciosos parecería el fin del mundo, para los alborazados que celebrarían sin meterse con nadie ni nada, de forma pacífica y correcta, será lo contrario, es decir, el despertar a un nuevo mundo, a una nueva ciudad, con una actitud totalmente diferente.

No obstante, los perdedores echarán humo de la rabia y se alcanzarán a ver a través de las ventanas de cristales con cortinas transparentes de sus mansiones enormes, caminando de un lado a otro y de forma muy desesperada. Y no será para menos, pues con esa derrota se pronosticarían otros cuatro años más de sequía para sus ingresos que antes fueron seguros, situación que sería extensible a cuatro años más si las cosas saldrían como no lo anhelarían ni en sueños.

Y es que vivir ocho años más, alejados del poder local y para rematar del regional, será lo último que esperarían de la mala racha que les empezó a caer desde el 2011 por primera vez en 200 años.

Del barco náufrago con los tripulantes reconocidos de seguro no se volverá a saber más nada sino hasta las próximas contiendas electorales, cuando de seguro regresarán resucitados al puerto y a querer hacer lo único que saben hacer muy bien: intentar engañar de nuevo a la gente para insistirle que vuelvan a creer en ellos.

Pero lo que no imaginan ellos es que, al amanecer el día siguiente, con un Cielo despejado y diáfano, soplará un delicioso viento desde la Sierra Nevada, oloroso a selva y bajará a la ciudad, recorrerá las calles y avenidas, se meterá en las casas y golpeará sabroso el rostro repleto de esperanza y con una sonrisa de oreja a oreja de cada uno de los 450 mil votantes que lograron semejante gesta histórica de derrotar a los de antes de nuevo, pero en esa ocasión de manera más completa, por ambas partes, en lo local y regional, como quien dice: El que no quiere caldo, que le den dos tazas.

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