Editorial

DE LOS DEMONIOS EN LA POLÍTICA

«Si el diablo ha sido creado por el hombre, éste lo ha creado a su imagen y semejanza.» Dostoievsky

Cuando se llega al delirio en una campaña política, motivado por sus bajos logros y altos costos, sus miembros comienzan a hacer uso de cualquier tipo de medio, por más irracional que parezca, para poder desprestigiar al contradictor y, a su vez, procurar ganarse la intención de voto de desprevenidos ciudadanos.

Hace apenas escasos días (22 de septiembre) alguien le pagó dinero a un insólito ‘Ministro de Dios’, en la ciudad de Chicago, para que afirmara, durante su pastoral dominical, que estaba celestialmente informado que los candidatos de Fuerza Ciudadana a la Gobernación del Magdalena y a la Alcaldía distrital de Santa Marta se encontraban poseídos por un pacto con el mismo Demonio, supuestamente, para dominar y destruir tanto al Departamento como a la ciudad.

Similar situación fue relatada por un atortolado y adulón periodista de la localidad (el mismo que difundió en las redes el diabólico sermón de Chicago), al servicio de la cruzada inquisitoria de la causa santificadora mellista, quien, a la mejor caricatura de Torquemada, se obstina en “ver”a los candidatos de Fuerza Ciudadana como si fuesen demonios: olorosos a azufre y otras cuantas porquerías, en uno de los portales pagados por su propia causa política.

Es, sin duda alguna, una forma perversa de infundir miedo o terror en los libres electores, ya que lo del castro-chavismo, el socialismo, la guerrilla y otras largas arandelas, igual de maquiavélicas, no parecen estarles produciendo el costoso efecto buscado. ¿Se perderá esa platica?

En verdad, ha pasado hasta cierto punto desapercibido el sermón de marras, en donde, como lo hemos dicho, se sugiere la tesis ontológica que los candidatos de mayor aceptación e intención de voto para la Gobernación del Departamento del Magdalena y la Alcaldía distrital tienen pacto con el Demonio. Dicha apostilla no puede pasar del todo desapercibida por lo cual nos proponemos, en unas pocas líneas, establecer una explicación sobre su más verdadero significado y significancia. Y lo haremos de una forma crítica, esto es, separando, distinguiendo y diferenciando.

El problema está entonces en definir qué es entonces el Mal y a quién se le atribuye ser Demonio. Curiosamente el Demonio para los ortodoxos de la politiquería son siempre los otros. Igual que cuando existía el Santo Oficio, ahora existen los inquisidores mellistas, llenos de un supuesto amor y paz interior, que en vez de buscar votos convenciendo con propuestas serias, andan es buscando al demonio para exorcizarlo. Parece un chiste pero para esas mentes perversas es cierto. Sin embargo, lo que van a encontrar es la parte oscura de ellos mismos, su propio lado maligno, incluso, aquello que les atribuyen a los demás, tal como lo han insistido hasta la saciedad muchos psicoanalistas.

Tenemos que admitir la posibilidad que el periodista de marras crea haber visto al Diablo en los candidatos anaranjados, o que crea que están poseídos por él. Para darnos a entender, no se puede negar que alguien bajo el efecto de una droga o de la estupidez (que es peor que cualquier droga), crea ver panteras voladoras de color rosa: lo que negamos es que las haya visto realmente, dado que tales panteras no existen y, en segundo lugar, porque tendríamos que explicar cómo ha llegado una pantera voladora rosa hasta una habitación de una casa o hasta un sanatorio de drogadictos.

Que no nos venga ahora el periodista de marras, con su escaso séquito de fieles, a exigirnos ese sacrosanto respeto tan en boga ante su perversa opinión. Obvio que todos debemos respetar a las personas o a los individuos (si son respetables, naturalmente), pero opiniones tan desquiciadas para ganarse unos pesos y un rédito electoral, como es el mandar al infierno a los miembros de Fuerza Ciudadana porque no representan los intereses selectivos de las élites y de su servidumbre alienada, estarán siempre para ser discutidas.

Aunque no se entienda, precisamente el debido y más genuino respeto por los otros de la ética humanista, nos obliga a intentar sacar al obstinado periodista mellista del error o de la alucinación diabólica; de lo contrario, implicaría que tengamos que tratarlo como un orate o un bolonio.

Es inaceptable, en este caso de la actividad política, cualquier forma de tolerancia a este tipo de señalamientos, consistente en suponer que cualquier cosa que alguien tenga a bien decir es necesariamente respetable, así, sin más. Es nuestro deber ético y una de las manifestaciones más preciosas de la caridad humana, el educar por medio de la explicación o la contrastación. Para los que persistan en moverse en las coordenadas de desprestigiar a sus contradictores, con absurdos indemostrables, no les queda más camino que ponerse a rezar el Padrenuestro al revés.

 

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