Santa Marta

El tesoro que se encontró un reciclador en la calle 30

Por: Álvaro Andrés Cotes Córdoba

El Negro Voleta es el sobrenombre con el cual se le conoce a un reciclador que acostumbra a registrar los contenedores de basura que hay en la ciudad, más exactamente por la calle 30, a la altura del Pando y por La Ciudadela 29 de Julio. Es muy conocido entre la gente que reside en esa zona sur de Santa Marta, porque además vive con su madre en la parte alta de Las Murallas del Pando.

El sábado por la mañana, cuando hacía uno de sus registros cotidianos en un contenedor de basura ubicado en el separador de la calle 30, frente al Pando, por primera vez en el tiempo que lleva como reciclador, el Negro Voleta se encontró un tesoro que le cambió la vida al menos por unos días.

Después de escudriñar por un buen rato entre la basura, se topó con una bolsa negra de polietileno, la cual abrió de inmediato y descubrió el regalo más grande que le ha dado su “Diosito lindo” durante toda su mísera vida.

Apenas vio lo que contenía aquella bolsa, dicen, se asustó. El corazón le empezó a latir rapidísimo, “como cuando uno se mete cinco tabacos de bazuco de seguido”, me explicó uno que lo conoce muy bien y quien ha sido varias veces su amigo de andanzas.

Relató que, una vez el Negro Voleta supo a consciencia lo que se había encontrado, salió enseguida del contenedor azul de la basura y acto seguido se dirigió hacia la casa de su madre localizada en las Murallas del Pando, para contarle solo a ella su gran dicha.

Su madre se puso feliz y de inmediato se apersonó del tesoro, el cual guardó enseguida en un lugar de la casa, en el que solo ella y él supieron donde fue oculto.

Al día siguiente, por las horas de la tarde, en el crepúsculo, cuando los primeros habitantes del sector del Pando y sus alrededores vieron de nuevo al Negro Voleta, notaron de inmediato su cambio extremo. Ya no lucía como un reciclador ni harapiento, por el contrario, se había vestido con ropa nueva y calzado en estreno. Además, se veía recién motilado con un corte moderno igual que rasurado. Era otro o como nunca lo habían visto antes.

Aunque por ningún momento él y su madre hablaron con más nadie acerca del tesoro que se encontró, la gente comenzó a sacar sus propias conclusiones tras conocerse después otro episodio insólito.

En pueblo chico el infierno es grande y los secretos no son para siempre, por lo que el de ellos fue revelado por obra y gracia de la chismografía de la gente, la cual comenzó a atar cabos, cuando a los cuatro días se supo de otro episodio menos afortunado y el cual daba cuenta de que, en un casino de juegos de azar que está precisamente al frente del contenedor de basura donde el Negro Voleta halló su tesoro, una mujer que hacía el aseo allí, cogió una bolsa de basura que no tenía que coger y la zampó dentro de otra más grande repleta de residuos desechados y otros desperdicios y la cual sacó después para tirarla finalmente al contenedor azul situado al frente, en el separador de la 30.

Esa misma mañana, como todos los días de los 7 días de la semana, el Negro Voleta se acercó hasta ese contenedor favorito, el primero que revisaba a lo que iniciaba con su faena diaria y se topó con la famosa bolsa negra, la cual no contenía la basura cotidiana, sino una muy especial: la suma de cinco millones de pesos en efectivo. Imagínense ustedes cómo debió ser la felicidad del Negro Voleta en esos momentos.

Revisando después las cámaras exteriores del casino reconfirmaron lo que desde un principio se sabía, que el Negro Voleta era quien de seguro se había encontrado la bolsa con el dinero. Dicen que cuando lo confrontaron para preguntarle sobre el tesoro que había hallado, él sencillamente contestó: “Ya yo me lo fumé”.

 

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