Colombia

El señor sin nombre. Cada día fallece alguien que distinguimos o cercano por Covid19 u otra causa.

Por: Jorge Soto Daza

Supongo que el nuevo orden mundial también incluirá el que, cada dos días, nos notifiquen el fallecimiento de uno que otro conocido –sea por virus o por otra causa–, pero es posible que a ese ritmo terminemos, por fin y para siempre, aceptando que la muerte es un acontecimiento tan normal como respirar o recibir sensaciones a través del tacto.

Por aquí pasaba un señor alto y acuerpado de quien, por su sombrero vueltiao, sus abarcas, sus camisas mangas largas y pantalones de tela gruesa se infería fácilmente que provenía de algún pueblo del Magdalena. Su oficio era recorrer el barrio vendiendo suero.

Este señor sin nombre y de grito de trombón de vara, cargaba sobre su hombro derecho un galón de plástico, lleno de suero atolla buey, mientras que en su mano izquierda, una jarra de plástico y un cucharón del mismo material, con los cuales medía las porciones que mis vecinos le compraban.

Sin que le estorbaran las arremetidas de la canícula, lo veíamos pasar alegre alborotando el sábado y gritando las bondades de un suero, al que le dedicaba una etapa del barrio por día. Un sábado en que amanecí dispuesto a desayunar con suero y ñame sancochado, me quedé esperando en mi terraza y con el billete en la mano, porque algún transeúnte me comunicó tranquilamente, que el señor sin nombre se había ido con su calambuco y su trombón de vara, a vender suero en las urbanizaciones del cielo. Así, sin más ni más.

Si antes dábamos gritos de desespero y hasta pensábamos que el mundo también se acabaría para nosotros, ahora nos estamos viendo obligados a asumir una resignación tras otra, aún cuando nos informen sobre el deceso del más fuerte y vital de los familiares o amigos. Porque es así: todos tenemos familiares y amigos que muestran de todo, menos ganas de morirse.

Todos tenemos compañeros y parientes que se ufanan de su vitalidad, de su independencia y de llevarse el mundo con el pecho cada vez que les viene en gana. Por eso nos impacta que, de un momento a otro, alguien nos avise o en encontremos en las redes sociales, comentarios desgarradores que en el fondo no aceptan el quehacer inexorable de la parca.

Pero las cosas están cambiando, aunque nuestro habitual egocentrismo sigue intacto: aceptamos que las noticias funerarias no pararán por ahora, pero siempre rogando íntimamente que mueran los demás. Ni de vainas nosotros o los seres que más amamos.

Sin embargo, lo otro que sigue intacto es que la muerte no come de nada: le importan un pito tus logros, tu prestigio y tu vitalidad. Ella sí sabe de democracia.

Etiquetas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Cerrar