ColumnistasSanta Marta

Confesión de un HP

Por Eduardo Marín Cuello

Soy un HP.

Tengo que decirlo. Soy un HP y estoy orgulloso de serlo.

Comencé a ser un HP desde niño, viendo a mi padre. Salía, se iba cinco días a trabajar a ese pueblo y lo veía sólo el fin de semana. Estuvo en varios pueblos, siendo un HP. Hasta que por allá en el 97, más o menos, la guerrilla le dijo que se fuera, porque era un HP.

También soy un HP porque en algún momento me eligieron para una tarea complicada y poco agradecida. Allí, siendo un auxiliar, me fue bien y proyecté que, por mi orden y juicio, iba a ser un buen HP. Sin embargo, lo combinaba con otras artes.

Un día, sin darme cuenta, había dejado mi camino y me volví un completo HP. Disciplina y puntualidad: “15 minutos de gabela antes del inicio”. Trabajo de calidad, llamados de atención al orden y el cumplimiento. Repetir, aclarar, reír. En otras palabras, exigir actitud porque la vida es dura y castiga los errores.

Los HP somos así. Exigimos. Aún más cuando determinamos que ese pobre ser puede dar más porque tiene talento pero le falta disciplina. Unos chupasangre, prácticamente. Eso somos los HP.

Además de eso, tengo un estilo propio de ser HP, pues toda esa rigurosidad debe tener ‘cheveridad’ y cercanía. Ese ha sido el punto a criticar de mis colegas, los demás HP. Dicen que les doy demasiadas oportunidades, que les facilito mucho la cosas, que soy muy abierto a hablarles sin barreras de cargo o de rol. En fin, que tengo una comunicación demasiado directa.

Hace unos días, cuando la cheveridad, cercanía y comunicación directa no fueron aprovechadas y me sentí burlado por un ser que, de paso, estaba llevándose por delante todo el marco flexible de la Institución, exploté y usé palabras que nunca se esperan de alguien en mi rol. Esos ‘madrazos’ se esperan de los senadores a quienes se les perdona y se les convierte en chiste. O se espera de las barras de fútbol contra el árbitro, pero él tiene a su vieja blindada desde que elige ser eso. O se espera de cualquier humano que golpea su dedo chiquito del pie contra el borde de la cama. Se espera de todos menos de un docente que, incluso, segundos antes advierte que lo “perdonarán porque sonará hijueputa lo que va a decir” y luego redunda el término. Esa redundancia fue el pecado lingüístico.

En fin, me salí de las casillas en lo que siento fue una provocación orquestada. Caí y bueno, no es excusa. Acepto esa falla. Mostré debilidad unos segundos, pero tanto antes como después, sólo estaba dando un discurso exigente, mientras manos malintencionadas filmaron, compartieron, editaron y publicaron sólo mi estallido. El cual, además, fue sacado de contexto.

Las redes sociales fueron el tribunal y este HP que les escribe fue castigado. Más allá de mi renuncia, me duele que me hayan dicho uribista. Lo demás solo da bronca o risa. Porque, a fin de cuentas, no estaban allí, no me conocen ni saben lo que yo sí sé de mi trabajo.

 

Muy agradecido estoy con esa facción de jóvenes que, más allá de las instituciones donde estudian y las distancias físicas, también se unieron a través de redes y defendieron que yo hubiera sido un HP para ellos en algún momento. No tengo más que palabras de agradecimiento para ese ánimo que sacaron y estoy orgulloso de que no guardaron silencio mientras argumentaban con hechos sus posturas. La causa no podía ganar, pero se atrevieron a hacerlo en razón a la verdad y eso me alegra mucho. Un aplauso de este HP para ustedes.

Al final, me fui de una institución. Soy un renegado por eso. Abjuré. Estaré en otra u otras porque no dejaré de ser un HP. Pienso seguir dejando huella en los jóvenes a partir de la rigurosidad/cheveridad, del aprendizaje para la vida y de la comunicación directa, porque más allá de los contenidos está el aporte a una filosofía de vida.

Por eso y más quiero felicitar a todos mis colegas HP y voy a seguir siendo un HP: Honorable Profesor.

Epílogo

Feliz día a todos los HP, Honorables Profesores, que en el último año han asumido el reto de la pandemia, que devela niveles cada vez más difíciles. De aprender a manejar herramientas tecnológicas a preparar contenidos digitales, atender fuera de horarios a los que no toman apuntes o tienen excusa para no conectarse y desgastarse ante cámaras apagadas y micrófonos cerrados cuando la propia casa y familia pueden estar a la deriva. Hoy más que nunca, debe valorarse esté rol que, junto al personal de la salud, no ha parado ni piensa parar aunque mal nos paguen.

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