Santa Marta

¿Existen problemas o temas de ciudad?

Se escucha con bastante frecuencia que nuestras ciudades tienen temas o problemas que nos incumben a todos los ciudadanos por igual y que, por tal razón, todos, sin excepción, debemos unirnos para procurar el entendimiento y buscar una resolución. De esta forma se afirma que los “temas o problemas de ciudad” no tienen un ‘color’ ideológico o político, por lo cual no existe razón alguna para no actuar al unísono. Algo así como una especie de monólogo ante la realidad o de “todos contra el mismo problema”. No se puede negar que la propuesta se torna atractiva, pero lamentablemente no es del todo cierta, ni parece viable. La razón es muy sencilla: Ni las causas ni el desenlace del problema parecen ser comunes dentro del colectivo social y no siempre una buena motivación reemplaza los hechos tal cual ocurren en la realidad.

Hablar de ciudad nos convoca al menos al reconocimiento de tres dimensiones: La ciudad es al mismo tiempo Urbs, Civitas y Polis. En efecto, existe el espacio físico construido por la gente que posee características reconocibles o diferenciales. Existe una realidad constituida por la relación compleja y dramática entre los ciudadanos que viven en la ciudad y, finalmente, existe también una unidad político-administrativa como sistema de gobierno que actúa en representación del Estado. Por tal razón, al hablar de una ciudad tenemos que referirnos al menos a sus dimensiones físicas, sociales y político-administrativas, sin que la ciudad se agote con estas tres dimensiones. Sin embargo, la ciudad es, primero que todo, su gente, sus relaciones y lo que esta hace de ella.

La realidad de una ciudad, con sus problemas y necesidades, la observamos y explicamos como parte de nosotros mismos. De ahí que, frente a un mismo problema, despleguemos diferentes puntos de vista. En veces contradictorios. Cuando actuamos ante un hecho problemático, de muchas maneras, estamos concibiendo un presente, una visión de futuro e incorporando una explicación del pasado. Por eso, entender un problema supone necesariamente considerar el papel de diferentes actores sociales y poder descifrar sus explicaciones. Lo que se dice y lo que no se dice. De lo que se trata, entonces, es de dialogar o debatir con las circunstancias que rodean y explican el problema. Tanto su texto como su contexto. De tal manera que no existe un diagnóstico único y definitivo, sino que existe una explicación situacional que contiene, lógicamente, diferentes explicaciones y actuaciones posibles de acuerdo con los múltiples contenidos expositivos que tanto uno como varios individuos posean. No se trata, por lo tanto de un monologo sino de un dialogo pluri-céntrico.

Todo lo que ocurre en cualquier nivel o dimensión de una sociedad es producto de la interacción entre los hombres. Somos conductores de la ciudad o sociedad pero también somos conducidos por el río de los hechos. Sólo el “hombre colectivo” es conductor de los procesos sociales. Por ello la planificación se constituye en un problema entre los hombres: entre el “hombre individual” que persigue fines particulares y el “hombre colectivo” que busca un orden y una dirección para el bien societal.

De ahí que podamos afirmar que cada fuerza o sector societal representa visiones, recursos, poder e inserciones sociales diferentes y, en consecuencia, luchan entre sí por distintos modelos o diseños del presente y el futuro. Si los modelos o diseños de futuro entre los hombres son conflictivos, entonces, la planificación (“resolver el problema”, “estudiar un tema de ciudad”) no se hace sobre un lecho de rosas. En consecuencia, cualquier forma de resolver un problema debe asumirse que encontrará en el medio en que se desenvuelve resistencias que se oponen a la voluntad de quien pretende planificar y que no provienen necesariamente de la naturaleza misma del problema, sino de los hombres con distintas visiones y objetivos sobre el presente y el futuro.

La planificación es un problema entre hombres y no solo entre los hombres y las cosas. Detrás de los problemas o temas de ciudad están los hombres, como causa o afectados por dichos problemas. La percepción, explicación, solución, evaluación, etc., de un problema es un hecho estrictamente humano. Individual y social. Que depende de valores, de ideologías y de muchas otras razones, que inexorablemente permean las diferencias en los abordajes resolutivos de dichos problemas. Así es la sociedad.

A diferencia de los rompecabezas, los problemas sociales no tienen una sola explicación y solución correctas que sean reconocidas y aceptadas por todas las partes intervinientes o que son afectadas por el problema o de aquellos que tienen una opinión fuerte sobre tal o cual problema. Por eso, un problema puede ser algo irrelevante para algunos o algo favorable para otros. Lo mismo podemos decir sobre las diferentes soluciones que se presentan. Ya Einstein nos advirtió desde la Física de la relatividad de la observación; Maturana, Varela, y Von Foerster nos aportaron el concepto de contra-referencia basados en la Biología; y los filósofos como Ortega y Gasset, Sartre, Heidegger, Gadamer recomiendan el concepto de análisis situacional para poder emprender una planificación estratégica consensuada en la solución de nuestros problemas y necesidades.

No olvidemos, además, que la resolución de un problema crea nuevos problemas. No es lo mismo hacer parte del problema o encontrarse afuera de este. Los hombres, a diferencia del ajedrez o las matemáticas, crean las reglas para resolver los problemas. Y por cierto las cambian muchas veces. También es cierto que el mismo problema puede estar entrelazado sincrónica y diacrónicamente con otros problemas. La solución de un problema nos ofrece posibilidades o dificultades para la solución de otros. Es por eso que las soluciones de nuestros problemas deben ser creadas por los hombres, de una manera colectiva para generar los conceptos y pasos para interactuar de manera resolutiva con la realidad del problema.

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