Magdalena

Primer lustro de la tragedia de Fundación: Los responsables irresponsables

Hace un lustro, Fundación, el país y el mundo entero, se horrorizaron por la trágica noticia de los 33 niños que murieron en el incendio de la buseta, aquel inolvidable domingo 18 de mayo del año 2014.

Diez días después, con una temperatura de más de 40 grados, una romería inmensa de entre 90 mil personas, con escenas de llantos, dolor, desmayos y hasta de algunas discusiones a la entrada del cementerio, nos tocó cubrir el sepelio colectivo, el cual siempre estuvo agobiado por el calcinante sol desde muy temprano, hasta que culminó en el nuevo camposanto “Ángeles de Luz”, el cual sería estrenado ese día por 28 de los 33 niños que murieron.

Desde las 11:00 de la mañana, el cementerio se fue llenando de gente de todas partes: vinieron personas desde poblaciones aledañas del Magdalena, incluso de otras ciudades como Barranquilla, Santa Marta, Ciénaga y hasta de Cartagena.

En un principio, todo se veía aparentemente organizado, pues desde la entrada de la vía destapada que conduce al cementerio, cuya extensión es de aproximadamente un kilómetro de largo y a pie, porque no dejaban entrar vehículos ni motos, había estaciones en donde la gente podía acercarse a pedir bolsas con agua.

Sin embargo, en la medida en que fue transcurriendo el tiempo y el calor se fue poniendo más inclemente y comenzó a escasear el agua, empezaron a presentarse los desmayos de algunas personas, entre ellas de fotógrafos y camarógrafos.

A pesar de que el día era caluroso y los rayos del astro sideral vapuleaban a los presentes, sobre el camposanto “Ángeles de Luz” se palpaba una gruesa capa gris de tristeza.

La multitud cubrió el cementerio y todo el mundo allí se contagió con las canciones que evocaron el poder de Dios. Uno de los momentos más conmovedores fue cuando un niño, de nombre Eric David, menor que milagrosamente salió ileso de la tragedia y a quien se le calificó como un héroe por haber salvado a varios de sus compañeritos, dijo ese día del sepelio colectivo que el trágico episodio “nunca se le iba a olvidar”. Y leyó después un poema en el que al final pidió un aplauso para Dios. La respuesta no se hizo esperar por parte de la multitud que aplaudió de forma estruendosa y al unísono.

Ese doloroso instante se complicó después con la tensión de la multitud y el acompañamiento invaluable de los organismos de emergencia que seguían trasladando a más personas, porque continuaban desmayándose.

Fue más triste y doloroso ver los pequeños ataúdes blancos, cuando llegaron a la capilla del camposanto. No dejó de sonar en ningún momento el cántico de “La gloria de Dios, que alimentaba el alma de quienes no soportaban el dolor que se desgarraba”.

En ese último adiós, un ramillete de globos blancos fue elevado al cielo, mientras una inocente niña despedía con poemas a los “ángeles” de Fundación: “hasta pronto, cuídennos desde el cielo”, les dijo. Nadie aguantó y las lágrimas reverberaron a montón.

Cuando los 28 ataúdes fueron retirados de la capilla y llevados a sus sepulcros, sus madres, padres y demás familiares, estallaron en llantos inconsolables. Después, a lo que la multitud abandonó el cementerio, una suave brisa abrazó a quienes durante el día soportaron la despiadada temperatura infernal y el cielo empezó a abrirse en señal de que comenzaba a recibir las almas de los 28 angelitos. En esos precisos momentos se vieron caer unas gotas de lluvia que muchos creyeron que se trataba de una revelación divina por el sufrimiento que había causado la pérdida absurda de aquellas 33 vidas que apenas germinaban y las cuales desde el Cielo de seguro aún no comprenden qué fue lo que ocurrió o por qué les sucedió a ellos y no a los adultos responsables que de seguro ahora se quieren lavar las manos culpando a otros irresponsables.

Por Álvaro Cotes Córdoba Jefe de Redacción de CAMBIO 24

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