Por Álvaro Cotes “El Bueno”
Las auto amenazas con las que hoy en día muchos recurren para hacerse las víctimas o desprestigiar a sus opositores, siempre me recuerdan el cuento del pastorcito mentiroso.
Llegará el día en que en verdad los van a amenazar y entonces ocurrirá como le pasó al pastorcito mentiroso, que nadie le va a creer.
La enseñanza del cuento del pastorcito mentiroso es la defensa del valor de la sinceridad y la confianza que pueden llegar a tener las personas sobre esta, porque un mal uso de la misma, puede hacer llegar a perder la credibilidad.
El pastorcito llegó a perder la credibilidad, por el abuso de la presunción de buena fe de sus conciudadanos, ya que nadie le cree a un mentiroso ni siquiera cuando dice la verdad.
En Colombia es normal ver, leer y escuchar que muchos políticos, dirigentes comunales, periodistas y líderes sociales, dicen ser víctimas de amenazas. La mayoría son muy ciertas y en un porcentaje muy pequeño no, por cuanto son inventadas, como si se tratase de una especie de falso positivo de parte de las supuestas víctimas, estrategia que usan para desprestigiar al opositor y ganar seguidores, haciéndose las víctimas, es decir: todo lo contrario a la defensa del valor de la sinceridad y la confianza.
Y como toda mentira se cae sola, porque más rápido cae un mentiroso que un cojo, es muy difícil hoy en día que una mentira dure para siempre. Primero, porque con el Internet y las redes sociales es más fácil y rápido esculcarle la vida a una persona, de modo que el escrutinio es libre y cualquiera puede hacerlo y exponerlo.
No obstante, entre el reducido grupo de los modernos pastorcitos mentirosos que utilizan la “estrategia” ya trillada de las auto amenazas, existen algunos individuos que se pasan de la raya y llegan a decir que fueron amenazados solo para conseguir trabajo e incluso abandonan su ciudad natal, fingiendo un exilio.
