Para los huérfanos de poder del Magdalena, la “guerra” no se ha terminado, a pesar de que cayeron derrotados contundente e históricamente en la última contienda democrática en que participaron con todo el arsenal que poseían o que se apoderaron por 200 años.
Para ellos pareciera que apenas perdieron una sola batalla, aunque han sido tres las perdidas en las últimas elecciones de alcaldes, más el plus de la pérdida del poder en la Gobernación. El delirio por volver al poder, pese a que apenas llevan ausentes tres meses y unos días, pareciera que los ha llevado incluso a aliarse con el coronavirus. Han creado situaciones de caos y saboteos, sin importarle un comino la crisis grave que vive el pueblo por la mortal pandemia de muerte.
El objetivo es derrotar al enemigo que no solamente los dejó huérfanos de poder, sino que también los avergonzó frente al pueblo que por muchos años, ellos mantuvieron sometidos e idolatrándolos, como si fueran los únicos capaces de gobernarlos por otros dos siglos más en soledad.
Por eso en estos momentos difíciles de la pandemia, el pueblo del Magdalena e incluso de todo el país, ha sido testigo de la doble guerra en que se encuentra incurso el Gobernador: una contra el invisible coronavirus y la otra contra los huérfanos de poder.
Estos últimos han enfilado sus baterías por todos los ángulos posibles. Desde el ámbito judicial hasta el nivel gubernamental, pasando además por el desprestigio moral y el cual creen que fue la táctica utilizada por el que hoy ostenta el poder que ellos creen les pertenece por herencia.
Pero injusta o no esa guerra fratricida en contra del mandatario, quien se ha venido defendiendo de los unos y preparándose para frenar que el otro no cause tanto daño al pueblo, lo cierto es que al final se impondrá de nuevo el sentido común de la mayoría sobre el capricho de una destronada minoría.
