Por: Jorge Soto Daza
Nunca en el pasado, ni reciente ni remoto, Colombia había estado colectivamente tan deprimida, indefensa e incomunicada. Esta bendita pandemia nos está destrozando los nervios y está acabando con la poca paciencia que nos quedaba.
Con cierta razón al exministro Rudolf Hommes “se le salió la piedra” por estos maltratos e incluso culpó al presidente Iván Duque, por el manejo de la situación; lo calificó de “mocoso” y lo amenazó con entutelarlo.
No deja de ser odioso y discriminatorio el término de “viejitos”, por el único pecado de haber aguantado más de siete décadas y ahora, bien encerrados. Para empeorar las cosas eso de las vacunas parece una “mamadera de gallo”. Que en seis meses, que en un año o que en cuanto estarán listas, y como si fuera poco, voces augureras que nunca faltan, nos dicen que cuando las vacunas estén listas habrá nuevas pandemias más letales.
La depresión es otra especie de pandemia, que se encuentra por lo menos en de cada 10 familias, de paso, aumentan las consultas con sicólogos y psiquiatras.
