Santa Marta

Samarios y residentes en medio de una guerra entre delincuentes y sin protección

La ola de crímenes que se ha desatado en los últimos días en Santa Marta ha comenzado a preocupar a los samarios y residentes de la ciudad que creía haber superado las épocas violentas que tuvo en el pasado.

Con el asesinato del dueño de un billar ocurrido hoy en Gaira, el corregimiento más cercano que tiene la capital del departamento del Magdalena, suma ya a cinco la cifra de crímenes registrados en la urbe durante los seis días que va del presente mes de julio.

La serie de asesinatos, por otro lado, revela la cruda realidad de una supuesta guerra entre bandas criminales en disputa por el territorio, tras la muerte del cabecilla de la organización criminal que venía reinando hasta entonces.

No obstante, lo que más atemoriza a los ciudadanos de bien es el número de víctimas inocentes que podrían caer en medio de la vendetta de ambas bandas criminales si las autoridades policiacas en cabeza de un alcalde que no fue elegido por los ciudadanos sino impuesto por el Gobierno como encargado, no hacen nada para frenar esa guerra cruenta ya iniciada.

La primera víctima inocente cayó antenoche, durante el asesinato de dos hombres en el estacionamiento de autos del supermercado Olímpica, ubicado en la calle 30, a la entrada del barrio El Pando. Por ese atentado también murió un humilde vendedor de mamón, cuyo único pecado fue no abandonar su puesto de trabajo cuando se llevaba a cabo el doble crimen por hombres armados con pistolas y en motos.

Los samarios y visitantes de la ciudad por estos días de vacaciones y cuando la urbe se prepara para hacer su Fiesta del Mar que anualmente realiza para el aniversario de su fundación, solo esperan no caer en medio de los tiroteos que podrían volverse a presentar en cualquier momento y lugar.

La sarta de asesinatos se desató apenas este año, después de que asumió como alcalde encargado un funcionario del gobierno nacional, luego de que suspendieran hasta nueva orden al verdadero Alcalde elegido por el pueblo.

La muerte del cabecilla de la organización criminal local Los Pachencas, la cual venía reinando en los últimos años en la zona donde en otrora reinó por veinte años el ex paramilitar Hernán Giraldo, al parecer, fue lo que habría atraído a la otra organización criminal nacional autodenominada El Clan del Golfo, con la evidente intención de apoderarse del territorio tan apreciado por las bandas criminales.

Y es que, desde cuando Hernán Giraldo se desmovilizó junto con su grupo, el área disputada nunca ha estado en poder de las autoridades, a pesar de que en ella se han construidos mejores puestos policiales e incluso hasta un Batallón de Alta Montaña y cuyo primer comandante, paradójicamente, llevaba el apellido del exjefe paramilitar extraditado tras su desmovilización.

El territorio no sólo fue conservado por la gente del ex patrón de la Sierra, para que otros grupos delincuenciales del país no lo ocuparan y aprovecharan las ventajas por las cuales es muy perseguido por las organizaciones criminales, ya que uno de sus privilegios es que les facilita el tráfico de cocaína al exterior. Además de que les ofrece la oportunidad de ejercer otro de los delitos más pagos en Colombia como es el de la extorsión.

Mientras se espera una real intervención del gobierno nacional como lo hizo para desalojar del gobierno local al movimiento político que no solo le había arrebatado el poder de la ciudad a los políticos tradicionales sino que también había erradicado de la misma la injerencia de las bandas criminales, los habitantes de bien de la ciudad volvemos a sentirnos como carnes de cañón en nuestra localidad y solamente podremos rezar, para sobrevivir a esta nueva matazón entre delincuentes que se ha desatado, porque ante ellas y como siempre ha sucedido, no contamos con la protección de los organismos del Estado, constituidos precisamente para eso.

Por Álvaro Andrés Cotes Córdoba

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