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A proposito del reconocimiento merecido de la afrocolombianidad

El concepto de raza y las clasificaciones raciales tienen indudablemente connotaciones diversas. Ya sea en el discurso científico, bien por las implicaciones prácticas o por las relaciones cotidianas que se establecen entre diversos grupos de humanos que clásicamente se les denomina o se les autoreconocen como una raza.

En el año 2000, la Internationational Associaction of Human Biologists publicó, en el Newsletter No 30, el artículo de Goran Strkaj titulado ¿Still no consensus on race? En dicho artículo se señala que no existe un consenso académico sobre si las razas existen o no. El autor ofrece los resultados de una encuesta entre los asistentes de un importante Congreso de Antropología, celebrado en Sudáfrica, en 1998. En las respuestas de cerca de 600 delegados se obtiene que el 43.6% respondió que SÍ existen razas como tales y el otro 43.6% respondió que NO. A su vez, Lieberman, Stevenson y Reynolds (1989) reportaron que de 298 antropólogos norteamericanos consultados el 40.3% contestó que SÍ a la misma pregunta y el 47.3% dijo que NO.

Fue Linneo (1707-1778) quien dividió inicialmente a la especie en 4 subespecies (a las que no llamó “raza”) atribuyendo mucha importancia al fenotipo y comportamiento: 1. El Homo sapiens americanus (indígenas americanos) que tenían la piel de color rojizo o cobrizo. Cabello liso, negro y grueso, coléricos, tercos, alegres, libres y gobernados por el hábito. 2. El Homo sapiens europeus: blancos, sanguíneos y musculosos. Pelo rubio y rizado. Ojos azules. Agiles, sagaces e ingeniosos. Se gobiernan mediante leyes. 3. El Homo sapiens asiaticus: de color amarillento. Cabello negro, ojos oscuros Carácter melancólico y tenaz. Son crueles, fastuosos y avaros. Se rigen por opiniones. Y, finalmente, 4. El Homo sapiens asser (africano), negros de piel aterciopelada. Nariz aplastada y labios abultados. Son astutos, perezosos e indolentes. Se gobiernan por la arbitrariedad.

Al tono de nuestras luces tenemos que observar lo discriminatorio en la propuesta clasificatoria de Linneo.
El anatomista alemán Johann Friedrick Blumenbach (1752-1840), considerado el fundador de la Antropología, propuso dividir la humanidad según el color de la piel, en cinco variedades, a cada una de las cuales les dio el nombre de raza, término que anteriormente había sido usado por Buffon. Las cinco razas de Blumenbach fueron:

1. Caucásica o blanca

2. Mongólica o amarilla

3. Etíope o negra

4. Americana o roja

5. Malaya o parda.

No obstante, se puede apreciar que la “raza” es un concepto complejo (dado que es más una construcción cultural), construido y potenciado en el contexto del etnocentrismo (a partir del siglo XV) cuando la noción de racismo se convierte en una cimentación ideológica europea, una práctica social, cultural y política, que implicó la aceptación de un “centro” (que era Europa) alrededor del cual se reunieran y ordenaran los hechos históricos, políticos y religiosos del resto del mundo, en especial en África, Asia y América.

Los efectos discriminatorios sufridos por algunas “razas” han llevado a algunos de sus miembros al logro de una figura que conocida como el “blanqueamiento racial”. La promesa de aclarar uno o dos o tres tonos el color de la piel se ofrece en muchos negocios a nivel internacional. Millones de mujeres –y, cada vez, más, hombres- de todo el mundo han convertido las cremas que dicen blanquear la piel en un filón de la industria cosmética que, consciente de ello, anuncia de forma agresiva y sin ambages sus beneficios, especialmente, en la India y en los países del sureste asiático, lo que le ha otorgado el dudoso honor de ser acusada de abanderar una nueva y multimillonaria vanguardia racista: lo blanco es lo hermoso; lo negro u amarillo, lo vergonzante. Una herencia maldita, pero todavía vigente en las sociedades poscoloniales.

Beyoncé fue blanqueada en un anuncio de L’Oreal

 

Lo cierto es que la población afrodescendiente, Negra, Palenquera y Raizal, es sujeto de derechos ciudadanos por ser personas “afrocolombianas” y de derechos colectivos como comunidad negra, pueblo raizal, pueblo palenquero y grupo étnico. De verdad que no existe razones científicas para actuar discriminatoriamente contra algunas razas o etnias. En este caso la discriminación es el resultado de la estupidez humana que busca razones de dominación y de explotación indebidas de muchos seres humanos que por su propia condición tienen similares derechos derivados todos de su dignidad.

El Estado tiene la obligación de adoptar medidas para que la población afrocolombiana logre el disfrute de estos derechos, en igualdad de condiciones con el resto de la población. La máxima expresión de este hecho está en el artículo 1º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas ONU que dice: “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Al sujeto de derechos de la población afrocolombiana la Constitución Política de 1991 le garantiza los derechos fundamentales como población constitutiva de la diversidad étnica y cultural de la nación en situación de riesgo (Constitución P. Artículos 11, 13,17) Además, los derechos Económicos Sociales y Culturales como población vulnerable, por su situación de fragilidad, resultado de la histórica discriminación y exclusión social y económica.

También los Derechos colectivos de reconocimiento como grupo étnico o los llamados derechos de tercera generación en lo relacionado con la identidad cultural y sus territorios (artículos 7 y 79; 58, 61, 63, 65, 67, 70 y 72 de la Constitución Política Colombiana y los derechos colectivos como pueblos, de acuerdo con la definición que establece el convenio 169 ratificado por la Ley 121 de 1991.
Después de la Constitución de 1991, era de esperar que el discurso racista hubiera empezado a erosionarse en el territorio nacional. Sin embargo, no ha sido fácil. De ahí que vale la pena recordar el Artículo 55 (transitorio) de la Carta Magna que dio origen a la Ley 70 de 1993, o Ley de Negritudes, la cual, a su vez, introdujo la Cátedra de Estudios Afrocolombianos dentro de la escolaridad como un mecanismo de visibilización, tanto de los afrocolombianos como de sus aportes en la formación nacional, como del cuestionamiento al racismo y demás mecanismos de exclusión de los cuales estas poblaciones han sido objeto.
Asegura el investigador del Pnud, Gustavo de Roux, que el Estado colombiano ha hecho esfuerzos, pero que la desigualdad se agranda. Aunque reconoce que desde la Constitución de 1991 el Estado ha hecho mayores esfuerzos por mejorar las condiciones de vida de la población negra en Colombia, el investigador dijo que el reciente estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), sobre esas comunidades, demuestra que día a día la brecha de desigualdades se agranda para los afrodescendientes. De Roux, líder de la investigación, aseguró que son muchos los factores que intervienen en la discriminación racial contra los negros.

No en vano en una ocasión Nelson Mandela afirmó que “Detesto el racismo, porque lo veo como algo barbárico, ya sea que venga de un hombre negro o un hombre blanco”.

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