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El coronavirus ya se nos volvió samario

Álvaro Cotes Córdoba

Antes de arribar el coronavirus a Santa Marta, como en otras ciudades, se sabía que para evitar su contagio, solamente teníamos que lavarnos las manos con agua y jabón a cada rato, usar mascarilla y no tocar nada ni a nadie. No obstante, el pánico fue creciendo en la medida en que se conocieron unos vídeos y fotos a través de las redes sociales o Internet, de gente que moría por asfixia en las calles o clínicas de otros países y ciudades capitales, en donde el virus ya había hecho estragos con su indeseada presencia. Aunque en la ciudad, al principio, no se vio un contagio multiple, la abundante información que se tenía sobre su paso de muerte por Italia, España e incluso por Wuhan, la ciudad china donde se había originado el hp virus, fue suficiente para que aumentara el miedo entre los samarios nativos y residentes, como de seguro ocurrió en las otras ciudades capitales del país.

Los samarios, a raíz de los muchos mitos y realidades que oyeron y leyeron acerca del coronavirus, antes y durante su estancia en la ciudad, uno de los cuales se refería a que el virus no resistiría las altas temperaturas, sintieron un alivio en medio de la tensión ocasionada por la abundante información existentes, pues todos saben que, desde el inicio del año, en Santa Marta se vive casi siempre con un infernal calor por las altísimas temperaturas ocasionadas por el imponente Sol y por eso se imaginaron que el coronavirus no iba a durar mucho en la ciudad.

Sin embargo, el condenado virus pareció que se amoldó al clima o a su infernal temperatura, pues en la medida que pasaron los días y meses, los casos de contagios se fueron multiplicando rápidamente, al punto de que se temió lo peor: una propagación tan devastadora como había acontecido en Italia, España y después en los Estados Unidos, Brasil o Ecuador. Por fortuna no sucedió así o al menos en estos meses que han transcurridos desde que se conoció el primer caso o durante la permanencia del virus en casi 1.000 huéspedes samarios que se contagiaron por ese tiempo ya perdido.

Gracias a Dios, hoy en día, cuando han transcurridos tres meses de la llegada del coronavirus chino que ya se convirtió en samario, no estamos tan cundidos como si lo están las ciudades hermanas de Barranquilla y Cartagena, sobre las cuales pedimos a Dios derrame muchas bendiciones y frene de una vez por toda la propagación de ese maligno y asesino virus.

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