Magdalena

Pescadores del Magdalena, dieron a conocer su testimonio como víctimas de la violencia y el conflicto armado

En un encuentro con la Comisión de la Verdad, los pescadores del Magdalena, relataron los hechos que rodearon sus vidas en medio del conflicto armado interno en Colombia y que no fue ajeno para ellos.

Veinte pescadores que realizan sus faenas diarias en las ciénagas, ríos y mar del Magdalena, relataron la verdad de los hechos que cambiaron sus vidas y la de sus familias impactados por la violencia que los golpeó y todavía hoy, intentan superar.

Vistos hoy como héroes, La Comisión de la Verdad, con el apoyo de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, convocó a pescadores de todo el Magdalena, para escuchar sus testimonio durante el conflicto armado y también para hacerles un reconocimiento a su legado personal.

“Yo vengo de un territorio abandonado y estoy aquí porque me dije que tengo que ‘pararme en la raya’ (ser fuerte) para decir la verdad”, dijo uno de los pescadores”.

Por su parte, Julio Alfonso Díaz Tapia, de la comunidad de Palermo, Sitio Nuevo, a donde llegó con su familia huyendo de la guerra, dijo:

“Tengo 70 años de vida y soy hombre de paz, por eso digo que estoy dispuesto a dar mi vida por la paz y esa paz llegará cuando se acaben las desigualdades sociales en nuestras comunidades”.

“Tiene que volver el día en que al pescador lo dejen volver a las aguas, tiene que volver el día en que no maten más líderes sociales que luchan por el bienestar de sus comunidades”, dijo uno de los participantes.

Rafael Cantillo, perteneciente de una agremiación de pescadores, dijo: “la ciénaga Grande del Magdalena está en ‘Cuidado Intensivos’. Y no somos los pescadores los responsables, sino entidades gubernamentales y privadas las que la contaminan, haciendo que los peces emigren”.

Por su parte, Leonardo Cabana Orozco, de Ciénaga:

“Vivimos tiempos difíciles durante la guerra, se nos dividieron las familias, cada quien tomo por su lado para salvarse y eso generó pobreza. Apenas ahora sentimos cierto alivio, hemos sentido un cambio”.

Una de las mujeres pescadoras que participa en el encuentro, cuya familia fue masacrada en la década del 90, y quien prefirió reserva de su identidad, dijo que “la paz para los pescadores parece que no existiera. Nos domina el miedo, caminamos con el miedo, pero también tengo que decir que ponemos el pecho contra el sol para luchar por nuestras familias, para vivir con dignidad”.

Hasta el sol de hoy, prácticamente nada de ha hecho por el Estado colombiano para resarcir a estás comunidades de los daños y perjuicios sociales y al igual que otras masacres y actos terroristas, lo que vivieron estos pescadores ya está practimente olvidado por el gobierno, pero no por las víctimas.

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