ColombiaOpinión

No somos indestructibles.

Por: Jorge Soto Daza

El 14 de abril de 1912 se hundió el Titanic; un barco ‘insumergible’, construido como el objeto móvil más grande del mundo que, después de navegar cuatro días y medio, se hundió, llevándose más de 1.500 vidas. Una historia conocida que nos deja lecciones: La arrogancia de quienes decidieron construir un gigante indestructible; pensar que un barco para 2.400 pasajeros, que atravesaría el océano, podía no tener botes salvavidas suficientes; el exceso de confianza en que nada podía pasar; el descuido imperdonable o falta de interés por el cuidado de la vida. Esta historia ilustra la tendencia humana a quedarnos en la superficie, sin ir más allá para entender el panorama completo. Una forma de ver la realidad que puede asociarse con: Necesidad de tener respuestas y soluciones rápidas; creernos muy inteligentes y pensar que con la primera mirada es suficiente; miedo a ver lo que no se quiere ver; incapacidad para aceptar la incertidumbre y necesidad de control, entre otras. Hoy estamos en medio de la oscuridad de la noche sintiendo el choque de la humanidad con la covid-19, pensando que es tiempo de volver a la normalidad y que se trata solo de: controlar el contagio y reactivar la economía ¿Será verdad?

La salud y la economía son los primeros afectados; el virus es nuevo y aún no se llega a la solución esperada. La medida que parece más efectiva es el aislamiento social, evitando el contacto físico con la enfermedad para preservar la vida, la cual va en contra del dinamismo de la economía; porque el mercado, los clientes, están encerrados y sin dinero. Como se cree que la gente no compra porque no puede salir, se generan incentivos para que salgan a comprar: ‘Hay que quedarse en casa para evitar aglomeraciones, solo pueden salir el día autorizado, siguiendo los protocolos’; ‘salgan a comprar masivamente porque hay descuentos, pero si se contagian, ustedes son responsables; ‘necesitamos recursos para atender la emergencia, pero vamos a descontar el IVA, para que compren más barato’; ‘trabajen y estudien desde la casa, utilizando la tecnología, pero si no tienen computador o internet, no lo pueden hacer’.

Tanta incoherencia genera cada vez más confusión; que podría disminuirse si, en cambio de quedarnos en los eventos, reconociéramos que estamos ante una realidad compleja que requiere una mirada sistémica. Podríamos decir que el coronavirus fue el iceberg con el cual chocó la humanidad, el planeta, no solo China, Estados Unidos y Brasil, por mencionar algunos con la curva más alta; todos estamos en riesgo. La covid no es la causa de todo lo que pasa; muchas cosas estaban sucediendo y eran motivo de preocupación; solo que se hicieron más visibles y se tornaron casi insoportables: Arrogancia de los dirigentes; corrupción; polarización; mala distribución de la riqueza; pobreza, hambre, marginalidad y exclusión; falta de valoración y cuidado de la ‘Casa Común’; brecha cada vez mayor entre quienes tienen y quienes no están en capacidad de desarrollar su potencial; pérdida del valor de la vida y falta de una ética del cuidado.

Demasiados problemas en un mundo que no quería reconocer la realidad, tomar conciencia y mirar hacia adelante para identificar cuáles podrían ser las consecuencias hacia el futuro.

Considero que la pandemia es una señal de alarma, resultado de la forma en que estábamos y queremos seguir viviendo; y se pondrá peor, no porque la economía se siga deteriorando, lo que sin duda es grave, sino por buscar únicamente soluciones rápidas que permitan volver pronto a la ‘antigua normalidad’. Es tiempo de ampliar la mirada, ponerse otro par de anteojos para observar la realidad, reconocer dinámicas más profundas, identificar los verdaderos detonantes y los diferentes impactos que se generan; buscando avanzar en la construcción de nuevas posibilidades.

Etiquetas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Cerrar