Especiales

LLEGADA Y MUERTE DE BASTIDAS

A Propósito De Los 494 Años De La Fundación De Santa Marta

Yo fui por su capitán de cierta gente, y estando allá sucedió que, estando en paz con los indios y en conservación y pacificación con los dichos indios y caciques de la tierra, puede haber tres meses poco más o menos tiempo, que de nueve capitanes que éramos los seis o siete se alzaron Villafuerte, Montalvo, Sarte, Roa, Basantes, Merlo, Montesinos, y el alcalde mayor Porras con ellos, en tal manera que una noche entraron en la cámara donde dormía el dicho gobernador y le dieron tales puñaladas que le dejaron por muerto…
Martín de Rueda
Probanza sobre la muerte de Rodrigo de Bastidas

Bastidas zarpó desde Cádiz en octubre de 1500 hacia América siguiendo las huellas de Cristóbal Colón. Reunió en la expedición a dos expertos navegantes como lo eran Vasco Núñez de Balboa y Juan de la Cosa. Este último era un cartógrafo que había viajado con Alonso de Ojeda en 1499, viaje que le permitió elaborar el primer Mapa-Mundi registrando una parte de la Costa Caribe colombiana.
Los exploradores recorrieron las costas de Venezuela hasta el Cabo de La Vela. Continuando hacia el Oeste Bastidas descubrió las bahías de Santa Marta, Cartagena y Cispatá, así mismo, la desembocadura del Río Magdalena. Fue el primero en observar el macizo de la Sierra Nevada de Santa Marta. También atravesó el golfo de Urabá y descubrió parte de las costas del istmo de Panamá.
Los primeros navíos que costearon la Bahía de Santa Marta fueron San Antón y Santa María de Gracia.
El paso del Adelantado Rodrigo de Bastidas en 1501 fue de mero reconocimiento. Llamó entonces a los indios que avizoró como los “Coronados” dado que lucían hermosas coronas en sus cabezas. Juan de Castellanos los describió como unos hombres grandes y hermosos… gente lozana, blanca y bien fornida. Sin embargo, en 1510, la primera excursión violenta cercana a la Bahía de Santa Marta fue ocasionada por Rodrigo Hernández de Colmenares. Desembarcó sin precaución a cuarenta y siete españoles para lograr agua y leña. Los nativos no lo dejaron aprovisionarse cerca de Gaira. Se dice que cuarenta y seis españoles fueron aniquilados por las flechas envenenadas. Solo pudo salvarse uno que a físico nado regresó a la embarcación.
Es posible suponer que algunos se internaron en el monte para no saberse nunca más sobre ellos. Todo parece indicar que los desafueros que habían sido cometidos por Ojeda en el Cabo de la Vela eran conocidos por el resto de los naturales de la Costa Caribe colombiana (Ospina Navia. 2003)
Dice el historiador Alfonso Ibarra Revelo que Bastidas, después de arreglar su tropiezo legal con la Corona española después de su primer viaje… “resolvió trasladarse a Santo Domingo donde podía en mejores condiciones establecer sus actividades de industria y comercio, sin dejar de practicar la agricultura en tierras tan feraces como esas. Varios años permaneció en estos menesteres, hasta que el Monarca español viendo las ventajas que ofrecían las tierras descubiertas por Rodrigo, y conociendo la conducta y lealtad de tan altivo capitán, le instó a que navegara nuevamente en 1524, dadas sus relevantes condiciones de buen navegante y los buenos resultados que en su primer viaje había conseguido”. (Ibarra. 1976) Tenía por objeto solicitar una licencia para fundar una o más poblaciones en la costa Caribe. Después de la fracasada fundación de San Sebastián de Urabá y de Santa María del Darién, su intención no era simplemente la de descubrir o la de conquistar, sino la de poblar las misteriosas tierras descubiertas. Sin embargo, no logró Bastidas reunir en ese momento la gente necesaria para la codiciada empresa. El oro de los aztecas y mayas había ocasionado una epidemia de codicia en los expedicionarios españoles.
Tres años después el Rey le concedió una nueva capitulación para colonizar la Provincia de Santa Marta y las tierras aledañas, por el término de seis años. Apenas le llega la respectiva cédula, se puso en movimiento para juntar el número de personas requeridas y fletar las naves a su disposición. Logro reunir alrededor de cuatrocientos cincuenta hombres. Más de ocho mil ducados se gastó en los preparativos. Bastidas despachó adelante a Samaniego, con dos de sus carabelas, para reconocer la costa y establecer el sitio apropiado para poblar. Formaban parte del estado mayor de esta expedición Pedro de Villafuente, Rodrigo Álvarez Palomino, Juan de Cuadros y Antonio Díaz, entre otros. Llevaba también algunos labradores y artesanos con sus esposas. Se dice que el 29 de julio de 1525 pisaron las costas de Gaira y de Santa Marta. Sin embargo, el historiador Juan Friede, como otros historiadores (David Bushnell), han demostrado que Rodrigo de Bastidas solo salió de Santo Domingo hacía Santa Marta el 28 de mayo de 1526.
Juan o Pedro de Villafuerte, natural de Ezija, promovió el primer magnicidio en las tierras colombianas. En compañía de Montesinos (hijo del gran maestro de letras Antonio de Lebrija), Montalvo, Porras, Merlo, Roa, Serna, Samaniego y unos cincuenta hombres más, planearon el asesinato del longevo gobernante. Bien se dice con razón que no vive más el leal hasta cuanto quiere el traidor. El motivo era la repartición de un botín de dieciocho mil pesos en oro arrebatado a los indígenas de Bonda (o en el saqueo de Taybo), en una entrada punitiva ordenada por el Gobernador en respuesta a un ataque indígena (Gutiérrez Hinojosa 2000). El procedimiento contable sugerido por el antiguo Recaudador Mayor del Almojarifazgo de la Española, fue tomado a mal por los rústicos hombres de armas.
Bastidas siempre trató a Villafuerte como si fuera hijo propio. Sin embargo, a los cuatro días de regreso a la ciudad el Gobernador sintió en sus entrañas el filo de la daga homicida. Dormía apaciblemente en su aposento cuando fue perforado su vientre en cinco oportunidades. Aun aquejado por su artritis el agredido se trenzó en fuerte lucha con Villafuerte hasta despertar al grupo de guardias más cercanos. También Martín de Rueda lo defendió con “hasta sesenta hombres para así defender lo susodicho”. Los nefandos acusaron como responsable a un tal Sierra, natural de Jerez de la Frontera (oficiaba como vigilante), quien fue ahorcado por inmediata sentencia. Los verídicos agresores habían sido precisamente aquellos a quienes les había quitado el hambre; aquellos a quienes les había redimido de las cárceles o los que había librado de sus deudas y sentencias.
Curiosamente el fanatismo religioso de Villafuerte fue la prueba contundente de su propia culpabilidad. Fueron unas diez cuentas de su rosario, que siempre llevaba atado a su muñeca, las que lo delataron al quedar enmarañadas entre los coágulos de sangre del falleciente Escribano de Triana. El Gobernador las reconoció y las disimuló. En breve tiempo, Porras y Montalvo entraron en el dormitorio gritando ¡traición! ¡traición! Luego apareció el mismo Villafuerte mostrando mucho pesar por lo ocurrido, tirándose de las barbas bajo una indignación histérica. El principal traidor lloraba como un niño, al mismo tiempo que prometía tesoros a quien delatara al agresor. Hasta una procesión con plegarias ofreció por la pronta salud del señor Gobernador.
El atentado le abrió las agallas a Rodrigo Álvarez Palomino. Mientras que Villafuerte se internaba en las espesas selvas de tierra adentro para salvar su pellejo, el moribundo Gobernador llamaba a Álvarez Palomino para establecerlo como Comandante General. Villafuerte había sido puesto en información por Montesinos sobre su inmediata captura. Aturdido por el dolor en una de sus heridas y, delirante ante la muerte, Bastidas resolvió irse para Santo Domingo con la ilusa intención de recuperarse. De nada le valió su posterior arrepentimiento para quedarse porque no recibió el apoyo de Álvarez Palomino y de sus mejores amigos de otrora.
En su escape, Villafuerte “circunvaló la Sierra nevada, descubrió el Valle de Upar y siguió rumbo al mar hasta llegar a Dibuya. Tan infranqueables eran las selvas de Pie de Monte de la Sierra nevada con sus múltiples ríos llenos de caimanes, tigres, culebras y sobre todo los chimilas, que esta ruta jamás volvería a ser camino durante la conquista. Franquearla le costó la vida a la mayoría de los cómplices de Villafuerte, y a él mismo, un macanazo en la cabeza y un ojo menos”. (Gutiérrez Hinojosa. 2000)
No es nada simple el entender que un hombre como Bastidas, hubiese escogido como acompañantes a unos personajes que la propia Real Audiencia de la Española los había declarado como “desechables” e “indeseables”, después de la arrasadora experiencia en México en cuya conquista estos hombres participaron. Según el cronista Fray Pedro de Aguado, la respuesta la encontramos cuando sabemos que estos mismos hombres habían embarcado al fundador de Santa Marta a empellones hacía el sur del continente. Dice Friede que Bastidas “para colonizar su Gobernación escogió en las Antillas aquellos soldados que unos pocos años antes, habían despojado a los indios de México de la mayor parte de sus bienes y deambulaban una vez más “vacantes” por las islas antillanas, buscando empleo en nuevas expediciones. Habían aceptado el llamamiento de Bastidas sólo para continuar sus carreras conquistadoras; pero al llegar a Santa marta encontraron una franca oposición en el viejo, experimentado y reposado Gobernador.”.
No le quedó más remedio al maltrecho gobernante que embarcarse en la nave de Alonso Martín para terminar sus últimos suspiros en Isla de Cuba. De nueve capitanes siete se habían sublevado en su contra. En realidad Bastidas fue “expulsado” de su propia Gobernación “cuando a pesar de sus heridas quiso quedarse en ella”. Su fallecimiento ocurrió a mediados del año 1527.

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