Colombia

La Recurrente Crisis en el Cuarto Poder. El Caso de Radio Galeón/Caracol

Carlos Payares González

¿Puede sentirse protegido el ciudadano por el llamado cuarto poder en el propósito de estar bien informado? La respuesta, en términos generales, es un NO recurrente. La razón parece obvia: existe un alto compromiso político de algunos medios de comunicación en cuanto el manejo de la información. Es decir, se ha establecido una relación orgánica, de dependencia mutua, entre la tradición política y económica y quienes tienen la importante responsabilidad de informar a la opinión pública.

En realidad la prensa crítica siempre ha estado en crisis. Es escasa. Reconociendo la existencia de contadas excepciones, la mayoría de los medios han perdido identidad en cuanto informar a los ciudadanos sobre lo que realmente está ocurriendo. Empecemos diciendo que la función social de informar al público ha sido trastocada. Antes la preocupación de los medios era la de informar bajo una descripción lo más precisa y verificada.

Ahora los hechos o acontecimientos son encapsulados en razón del tiempo o de los intereses que se pretendan proteger o de los negocios que se puedan establecer. O son ocultados o minimizados. La cosa se ha simplificado a tal nivel que muchas veces el periodista está de más ante la debida descripción y el riguroso análisis de los hechos.

Se ha establecido, cada vez más, la ilusión de que oír noticieros radiales o verlos en televisión es suficiente para entender o comprender lo que está pasando en una comunidad o en el mundo entero. Una circunstancia que precisamente ha venido facilitando el intrusismo dentro de una exigente profesión con una alta formación académica y una alta responsabilidad social en razón de su supremo objeto de trabajo: el informar al público. O como osan decir algunos: “generar opinión”.

El excesivo pragmatismo elevado a la condición de paradigma de la comunicación es a todas luces algo erróneo. Uno puede oír o ver que el sol “sale” en las mañanas y/o se “oculta” en las tardes, pero todos sabemos de sobra que esto no es cierto. No es algo real. Galileo demostró hace siglos que la Tierra es la que gira alrededor del Sol. Por lo tanto hay que desconfiar muchas veces de los propios sentidos. Ya lo ha dicho la sabiduría popular: el hábito no hace al monje… además, las apariencias engañan o son tramposas. El cerebro es el que ve y escucha. Es la razón o el razonamiento crítico lo que nos hace o permite comprender las cosas que nos rodean, así mismo, al hombre en todas sus circunstancias.

Existen otras variables que han contribuido al deterioro de la función informativa en nuestro tiempo: la exigencia de la actualidad del hecho y se agrega la brevedad del discurso (acompañado casi siempre de imágenes). Todo lo anterior bajo un problema crucial que es la ausencia de la veracidad de lo que se comunica. Incluso existen periodistas que se hacen contratar para “vigilar”, “controlar” y “purificar” la información que pueda producir un impacto negativo a quienes los han contratado o “enmermelado”. También existen aquellos que en el cumplimiento de tareas o encargos políticas, por ejemplo, durante los procesos electorales, terminan convertidos en jefes de campaña operando desde las cabinas radiales o los canales de televisión al servicio abierto o soterrado de algunos políticos. Esto se constituye en una especie de trabajo “prepago” en defensa de la mentira y ocultamiento de la verdad (lo más verdadero). Esto es como torcerle el pescuezo al esfuerzo misional de la noble y arriesgada profesión del periodista.

Mucho más insólito es el caso de unos cuantos al pretender convertir al medio de comunicación, del cual no son propietarios, en un sitio donde el micrófono se pone al servicio de una pastoral religiosa y/o de negocios privados, por medio de contratos bajo la influencia perniciosa de ciertos políticos corruptos.

Cuando este tipo de periodistas se autoconsideran “generadores de opinión” lo que nos quieren decir es que sus “tablas de la ley” responden a un discurso que solo está elaborado para proteger intereses particulares en detrimento de toda una colectividad a la cual dicen defender en apariencia.

Las últimas denuncias que han circulado en las redes sociales sobre una seguidilla de contratos personales, por parte de quienes presiden una importante emisora en Santa Marta (Radio Galeón/Caracol) dejan mucho que desear sobre la imparcialidad y la severidad del manejo noticioso. La verdad no ha quedado oculta debajo de unas piedras. Es un hecho Impúdico el que algunos comunicadores o periodistas se hayan convertido en auténticos traficantes de la información degradando la libertad de prensa y el derecho a la mejor información al ciudadano. Una profesión respetable como la comunicación social o el periodismo debe gozar de la protección del Estado en cuanto a quiénes pueden ejercerla y, a su vez, tener la capacidad de autocontrol o de censura a quienes abusan o flexibilizan el comportamiento moral y ético en beneficio de sus mezquinos intereses personales.

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