Colombia

La razón del por qué no debe alegrarle la salida de Electricaribe ni la llegada de la nueva empresa

El nuevo contratista debe recibir del Estado el apoyo para transformar tecnológicamente la red eléctrica regional. Sumándole, además, que debe ser la primera en pagarle a la empresa por el servicio que utilice

Los caciques políticos tradicionales en varias zonas del Caribe celebraron como si se tratara de una fiesta patronal la adjudicación a dos empresas de la red eléctrica que actualmente comercializa Electricaribe. El nacimiento de CaribeSol y CaribeMar es como un canto de victoria que, entre líneas, esconde muchos aspectos en los que los gamonales de siempre, los que han gobernado a su antojo, tienen mucho que ver.

Lo que no se cuenta es que el esquema mismo de Electricaribe, que solo comercializaba pero que no generaba ni transmitía la energía (como lo hace EPM en Medellín) la hacía inviable. Más incluso que su nacimiento, a mediados de 1998, cuando el Estado, que en su afán de reducir su injerencia en sectores estratégicos vendió las electrificadoras regionales (que, como la del Magdalena, estaba en manos de caciques políticos) tenían serios atrasos con sus 56.409 kilómetros de red, 654 circuitos, 232 subestaciones y miles de transformadores. Estos, según un análisis realizado en 2019 por El Tiempo, en un 50 por ciento tienen más de 30 años, y por tanto han agotado su vida útil.

La antigüedad de los equipos va de la mano con una demanda que supera, por el doble, el promedio nacional, debido a las fuertes temperaturas de esta zona.

Esa infraestructura obsoleta, de la época de Corelca, brindan energía eléctrica a 9.066.000 habitantes del Caribe. Más del 88% de esos habitantes son de los estratos más empobrecidos.

Los esfuerzos del Gobierno Nacional para paliar esta problemática han sido nulos, especialmente con la aplicación del Plan5Caribe que solo sirvió para poner pañitos de agua tibia a un problema que requiere multimillonarias inversiones que el Estado debía hacer y nunca hizo.

Por eso ver celebrar con entusiasmo a los gamonales el fin de Electricaribe es irónico. Y hasta preocupante, pues genera expectativas en una población que desconoce la dimensión del problema, pero que también, irónicamente, es quién más lo padece.

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