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La rara relación que yo tenía con los 24 de diciembre

Hoy, por ser Navidad, voy a contarles una historia propia que jamás antes había referido. Se trata de algo muy personal y a la vez vergonzosa y de la cual no me enorgullezco. Por el contrario, me da hasta pena contarla. Pero hoy, a mis 60 años de edad, por otra Navidad que vivo, he decidido hacerla pública.

Durante mi juventud y comienzo de mi edad adulta, mi vida se basaba en practicar el atletismo y el fútbol. Al principio soñé con ser un corredor de 100 metros planos, después quise convertirme en un atleta de salto alto y también participé en maratones y en todas esas disciplinas ocupé muy buenos puestos.

No obstante, descubrí que lo que más me gustaba practicar era el fútbol y a ese deporte dediqué gran parte de mi juventud, al punto de que fui titular en la posición de centro delantero en la selección del Liceo Celedón en el año 1979, cuando tenía 19 años de edad y en la que también jugaba en la posición del número 10 nadie más y nadie menos que Carlos “El Pibe” Valderrama y cuyo padre, el profesor “Jaricho” Valderrama, era el director técnico.

A toda hora yo estaba jugando fútbol y era un goleador o como dijo un día “El Pibe” a un amigo que le preguntó incrédulo sobre cómo jugaba yo cuando estuve en la selección del Liceo Celedón: “Cotes era pita”. De manera que mi físico se hallaba en un punto muy alto, casi nunca me cansaba y una de mis habilidades jugando fútbol, además de hacer goles, era la velocidad y jamás tuve un defensor de algún equipo contrario que me ganara corriendo.

Sin embargo, y he aquí que comienza la parte que no me gusta contar de la historia porque es un mal ejemplo, mi buen físico o salud durante todo el año como futbolista, cambiaba repentinamente todos los 24 de diciembre. Este día de Navidad, extrañamente, despertaba siempre con dolor de garganta y fiebre. Nunca me enfermaba todo el año, hasta cuando llegaba el bendito 24 de diciembre.

Otra cosa que no hacía durante mi vida de futbolista era que no probaba un solo trago ni cerveza. Solo lo hacía en diciembre, salvo los 24, porque me enfermaba ese día. Un día reflexioné acerca de por qué me enfermaba todos los 24 de diciembre y concluí que tal vez era porque como yo no tomaba todo el año y en diciembre si, el licor me infectaba la garganta y por eso cuando llegaba el 24 me enfermaba. No se si fue una conclusión correcta o no, pero lo que sí sé es que, lo que hice después para comprobarlo, hasta la fecha de hoy 24 de diciembre del año 2020, me ha dado resultado, porque desde que empecé a aplicar un método contrario a lo que hacía durante un año, es decir, de no tomar un trago de licor todo el año, hasta el momento ha funcionado, pues desde hace 40 años no me he vuelto a enfermar los 24 ni ningún otro día de diciembre.

La moraleja que yo le encuentro a esta historia propia o personal, es que a veces es mejor hacer lo que todos los demás hacen, cuando lo que tu no hace como los demás, te afecta.

Por Álvaro Cotes C.

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