Santa Marta

La historia de Pulgarcito: Cualquier parecido con la actual realidad del Magdalena no es mera coincidencia

Érase una vez un campesino y su esposa, que se lamentaban de no haber tenido nunca un hijo.

– “Cuánta tristeza y silencio hay en esta casa. Si tan solo tuviésemos un niño, aunque fuese pequeño”, – pidió la esposa una noche.

Siete meses más tarde se cumplió el deseo de la mujer, que dio a luz un bebé no más grande que un pulgar. Aun así era todo lo que la pareja había deseado, le llamaron Pulgarcito. Pasaron los años y el niño no crecía más allá de su tamaño en el momento del nacimiento. Sin embargo era un niño muy listo y hábil, que lograba siempre cualquier meta que se trazaba.

Un día acompañó a su padre al bosque a buscar leña y pensó en ayudarlo a conducir el carro en el que iban. Se sentó en el oído del caballo y comenzó a darle indicaciones sobre donde debía ir. – “¡Heiii! ¡Arre! ”. Empezó a gritar como un experto conductor.

Por el camino pasaron dos forasteros, que vieron extrañados cómo el caballo iba siendo conducido solo por unas voces estridentes. Presos de la curiosidad decidieron seguir aquel carro hasta su destino y cuando llegaron a un claro en el bosque, se percataron de que la voz le pertenecía a una diminuta persona.

Pensaron cuánto dinero podían ganar si lo exhibían en la ciudad, por lo que se acercaron al campesino y le ofrecieron comprarlo.

– “¿Por qué no nos vendes al pequeño? Trabajará para nosotros” – dijeron los forasteros.

– “No” –respondió el padre – “Es mi hijo y no lo vendería ni por todo el oro del mundo”.

Al oír la propuesta, Pulgarcito escaló por los pliegues de la ropa de su padre hasta llegar a su oído y le susurró: – “Padre véndeme a estos hombres, nos viene bien el dinero y yo buscaré la forma de regresar a casa. Confía en mí”.

El padre dudó, pero luego hizo lo que le sugirió su hijo y lo intercambió por una buena cantidad de monedas. Pulgarcito se despidió de su padre y se fue con aquellos hombres, sentado en el ala de un sombrero. Cuando ya había anochecido engañó a los hombres para que lo bajaran un segundo, momento que aprovechó para colarse en una madriguera de ratón. Los hombres intentaron atraparlo, pero al ver que era en vano, decidieron marcharse.

Pulgarcito salió de aquel agujero decidido a buscar un lugar seguro para pasar la noche y encontró una concha vacía de caracol. Se estaba quedando dormido cuando sintió pasar a dos hombres que hablaban sobre robar la casa de un pastor. De inmediato tuvo la idea de darles una lección a aquellos oportunistas, por lo que se ofreció a ayudarlos.

– “Yo los ayudaré si me llevan con ustedes”, – les dijo desde el interior del caracol. – “Me deslizaré por las cañerías y le iré pasando todo lo que deseen”.

Los hombres vieron al pequeño en el suelo y pensaron que era un buen plan, por lo que lo llevaran con ellos. Una vez en casa del pastor, Pulgarcito se introdujo en el salón y comenzó a gritar con todas sus fuerzas:

– “¿Qué queréis? ¿Queréis todo lo que hay aquí?”- gritó intentando que lo escucharan.

Una cocinera que dormía en la habitación contigua lo escuchó y salió a buscar a los ladrones, que habían huido atemorizados de que los descubrieran. Pulgarcito que aún no había sido descubierto trepó hasta el establo y encontró en la paja un buen lugar donde dormir.

En la mañana, el mozo de cuadra tomó una brazada de heno para echarles a las vacas, precisamente del lugar en donde dormía profundamente Pulgarcito. Sin percatarse se despertó dentro del estómago de una vaca y comenzó a gritar fuertemente para salir de allí.

El pastor en persona acudió a ver aquella obra del diablo y asustado ordenó que sacrificaran a la vaca poseída. La vaca fue descuartizada y el estómago fue arrojado al estiércol, sin dejar escapar a Pulgarcito. Un lobo que iba pasando por el lugar se encontraba hambriento por lo que se engulló el estómago de un solo bocado.

Ahora Pulgarcito se encontraba dentro del lobo, por lo que ideó un plan para persuadirlo de llevarle hasta la casa de sus padres. Desde el fondo de su panza comenzó a gritarle: – “¡Querido lobo, sé dónde puedes encontrar mucha comida para alimentarte!”

– “¿Adónde debo ir?” – preguntó el lobo curioso.

Pulgarcito le comenzó a explicar cómo llegar a la casa de sus padres y le prometió que iba a encontrar toda clase de manjares. Una vez caída la noche el lobo entró por la trampilla de la cocina y acabó con toda la comida que había en la dispensa. En cuanto se dispuso a salir repleto de tanta comida, se dio cuenta de que no cabía por el mismo lugar por donde había entrado.

Pulgarcito que había previsto la situación, comenzó a patalear y a dar gritos en la barriga del lobo. Los chillidos despertaron a sus padres, quienes vieron al lobo intentando escapar. Ya se disponían a darle un golpe con el hacha, cuando Pulgarcito gritó:

– “¡Padre! ¡Madre! ¡Estoy en la barriga del lobo!”

Los padres agradecieron al cielo el regreso de su hijo y de golpe mataron al lobo, liberando a Pulgarcito. Pulgarcito les contó todas las aventuras que había vivido, orgulloso de sus hazañas. Los padres lo abrazaron, lo alimentaron y vistieron con ropas nuevas, prometiéndole que nunca más lo dejarían ir.

Moraleja: Al Pulgarcito de esta historia le gusta la plata y no le importa aprovecharse del estómago de nadie con tal de conseguir lo que quiere…

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