Magdalena

La herencia del pasado: una altísima inseguridad alimentaria en el Magdalena

El Covid-19 pone sobre la mesa un problema identificado desde hace varios años y sobre el que en la actualidad la administración departamental tiene un reto enorme: garantizar la seguridad alimentaria en el territorio.

De acuerdo a los análisis vertidos en el Plan Integral Departamental de desarrollo agropecuario y rural con enfoque territorial, entregados hace poco menos de un año y medio, el Magdalena es uno de los cuatro departamentos del Caribe con mayor producción de alimentos, sin embargo, gran parte de ellos componen su canasta exportadora.

Lo dicho anteriormente parece positivo. Pero, a pesar de ser el departamento una región fértil, presenta una dependencia menor al 50% en el suministro de alimentos de otras regiones. Para el año 2016 (último en el análisis) el Magdalena contaba con una superficie agrícola sembrada en cultivos de uso alimentario interno (es decir, el que se queda) de 79.948 hectáreas y un nivel de producción de 311.602 toneladas.

El Magdalena con 2.314.438 hectáreas, tiene vocación natural para actividades de agricultura en cerca de un 50,8%. Las cifras son desoladoras si se tiene en cuenta que solo se utilizan 156.271 hectáreas para sembrar y cosechar, poco más del 15%

A estas cifras nada halagüeñas se le suma otro problema que está íntimamente ligado a los indicadores: la inseguridad alimentaria.

Para estimar la percepción frente a la seguridad alimentaria de los hogares se presentaron en su momento los resultados de la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia ENSIN – 2010 que mide esta experiencia a partir de la aplicación de una escala a personas generalmente adultas conocedoras de la alimentación familiar.

Según la encuesta, para el 2010 en el Magdalena el 61,8% de los hogares se consideran inseguros alimentariamente, siendo estos valores superiores al promedio de la Región Caribe.

Para 2010, el 34,7% manifestaron preocupación por el abastecimiento suficiente de los alimentos, el 20,3% consideró que la ingesta de alimentos había sido reducida al punto de percibir una sensación psicológica de hambre y el 6,5% manifiesta que se ha reducido la ingesta de alimentos hasta el extremo que los niños experimentan hambre.

Esta cifra, que también fue refrendada en la misma encuesta de 2015, en estos días aciagos provocados Covid-19, es probable que tenga un nivel mayor. Son las herencias que el nuevo gobierno departamental en cabeza de Carlos Caicedo está empezando a darle un revolcón, con el único objetivo de hacer más sostenibles los hogares a través de la producción familiar y evitar que situaciones como las que actualmente afronta esta región y Colombia no deje desabastecido con lo básico a las familias más vulnerables.

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