Colombia

El último experimento político con más éxito en Colombia

En los últimos veinte años, en Colombia, la política ha tenido varios experimentos. El primero fue el de Álvaro Uribe Vélez, cuyo ocaso se vaticina para el 2022 por el fenómeno del desgaste, la selección natural de los que llegan a triunfar en la política.

A diferencia de los que lo precedieron, el experimento Uribe ha perdurado más en el tiempo debido a la fuerza propulsiva que tuvo desde el principio y la cual se basó en el miedo y la inseguridad, por cuanto en esa época el país vivía con más crudeza su estado permanente de violencia, ya que un nuevo gestor de esa situación maldita había entrado también en práctica: lo que conocemos como el paramilitarismo.

Ayudado por ese nuevo precursor de la violencia en el país, Uribe se lanzó al ruedo como la solución para acabar con la guerrilla y darle al país una seguridad más “democrática”. Sin embargo, aunque logró con la fuerza pública — que para eso están ellas — controlar los embates de la guerrilla en las carreteras, no pudo hacer lo mismo con la degeneración del paramilitarismo, que aparentemente estaba legitimizado por el Estado y comenzaron a sembrar los horrores de una guerra fratricida sin precedentes a nivel mundial.

Solo hasta el sol de hoy se conoce apenas una cifra aproximada de las víctimas inocentes de esa atroz guerra civil desigual que causó la alianza entre el paramilitarismo y el Ejército nacional: 6.402 muertos, amparados bajo otros viles términos inventados por la ultraderecha para ocultar responsabilidades, como fueron los famosos positivos del Ejército que buscaron mostrar resultados en su lucha por combatir a una guerrilla enclavada en el monte, en donde se movían como peces en el agua, o como se les llamó con su verdadero nombre: los Falsos Positivos.

Después de que el experimento Uribe se consolidó ante la miopía de un pueblo que solo veía la situacion del país a través de los ojos mediáticos como los noticieros de televisión, radio y periódicos, más controlables financieramente, llegó el internet y empezaron a formarse las redes sociales a cuyos accesos podía tener cada habitante con un computador o un celular.

Esos canales nuevos de comunicación, incontrolables por la cantidad, fueron como si abrieran millones de ventanas en todo el país, para que a través de ellas todo el mundo pudiera ver lo que los gobernantes, la mayoría de las veces, ocultaban y ni siquiera le permitían ver a los tradicionales medios de comunicación de fácil control financiero.

Con tantos “ojos” o canales viéndolos y por los cuales cualquiera puede denunciarlos públicamente, surgieron los nuevos experimentos políticos progresistas por todo el país, algunos de orígenes izquierdistas y otros de confines aún no seguros.

De todos esos nuevos experimentos, uno es el que más ha trascendido a nivel nacional, como lo es el de Gustavo Petro, cuyos orígenes en una guerrilla ya extinta ha sido utilizada para impedir que siga en crecimiento y se pueda convertir algún día en Presidente de la nación.

No obstante, analizándolo muy bien, no es el último experimento político con más éxito en Colombia, después de Uribe. Hay otro que, aun cuando no se ha consolidado todavía a nivel nacional, sí lo ha hecho de forma local y puede ser tomado como un ejemplo en el ámbito nacional, para demostrar que sí se puede y cómo se debe evitar que nos sigan gobernando los mismos de siempre que han tenido al país a merced de los más ricos.

Se trata de nadie más y nadie menos que del fenómeno político de los últimos años que le dio la administración de su territorio a un habitante que, por primera vez, no provenía de las familias de élite y tradicionales de siempre. Pero eso lo daremos a conocer mañana, en la segunda entrega de este artículo, titulado “El último experimento político con más éxito en Colombia”.

Por Álvaro Cotes “El Bueno”.

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