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El imperio de la estafa.

Por: Jorge Soto Daza

Las vicisitudes originadas ya no por la pandemia, sino por las medidas adoptadas para enfrentarla, han agudizado el ingenio de los bandidos. El encerramiento nos ha expuesto más de lo usual a la Internet y a las redes de comunicación telefónicas, facilitando el engaño.

Casos se escuchan todos los días. En uno conocido recientemente, le llaman al teléfono supuestamente de la franquicia Visa – MasterCard, para hacerle efectivo unos alivios en la tasa de interés de sus consumos, decretada por el gobierno; y poco a poco le van sacando información personal, que les permite configurar la estafa, un delito ‘imposible’ de probar.

Son muchísimos robos de este tipo de pequeñas cuantías, que no justifican los grandes esfuerzos y trabas, que se encuentran al momento de reclamar, pero que enriquecen al delincuente. No se puede desconocer lo ingenioso del mecanismo, pero lo más grave de todo esto es que, una vez que se aprende a vivir de la ingenuidad, o de la confianza de los demás, difícilmente se abandonan esas prácticas, y difícilmente se vuelve a confiar.

Poco se puede hacer al respecto, salvo, en algunos casos, a través de los bancos. Toca aprender en carne propia, y de las experiencias que otros han vivido, para protegerse. También los comerciantes han agudizado su ingenio. El famoso Día sin IVA, que busca favorecer con el intercambio a ambas partes (menor precio – mayores ventas), ‘se presta’ para que los comerciantes no bajen el precio y se queden con este; suban el precio de las mercancías y luego lo descuenten, e igual se queden con este; o simulen ventas, para no pagar el impuesto cuando la venta sea real; y quien sabe qué otras.

La sentencia ‘piensa mal y acertarás’, se está haciendo cada día más cierta. Es que muchas de las estrategias gubernamentales ideadas para paliar el impacto económico por la pandemia pecan de ingenuidad, y promueven estas formas de delinquir. Están concebidas para culturas anglosajonas u orientales, pero no para latinas.

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