Editorial

Covid19: ¿Cambios del Capitalismo?

Carlos Payares González

Casi todo el mundo se encuentra en vilo por la pandemia de Covid19. Cuando no se está hablando del virus es porque existen sectores de la sociedad que no han sido bien informados o que a pesar de la información les importa un comino lo que viene pasando. Es posible que al publicar este artículo hayamos superado el millón y medio de enfermos y los cincuenta mil muertos en 184 países. No cabe duda que la situación es trágica y, paradójicamente, la estamos enfrentando con las mismas herramientas de primera mano de las pandemias recientemente anteriores. Es decir, al no existir vacuna (cosa que habrá más temprano que tarde), ni los medicamentos específicos que eliminen al virus, la única medicina o medida de salud pública viable es el propio autocuidado, cosa que, lógicamente, requiere de una valoración individual del cuerpo tanto biológica como socialmente y, además, de un entendimiento natural o biomédico de las enfermedades.

Lo primero está ligado al marco cultural de las personas y también de su inserción en la estructura social y, lo segundo, a la capacidad de transferencia que haya existido del conocimiento médico (cosa que en el capitalismo solo es demostrable en situaciones de crisis), a través de los procesos y niveles de la educación. De ahí que muchos perseveren en explicaciones y recetas no médicas, muchas de ellas derivadas de toda clase de creencias, entre estas, lógicamente, las creencias religiosas que siempre han mirado las pandemias como un castigo divino.

¿Cambia acaso la naturaleza de los diferentes sistemas sociales o de los diferentes modelos de gobierno existentes por la catastrófica presencia del Covid19? Diré algo que en principio pude sonar como desafortunado: depende. Al menos en el caso de la peste negra en el Siglo XIV se dieron algunos cambios demográficos, migratorios y emergió una nueva clase de ricos en las ciudades que terminaron siendo semilla futura del surgimiento del capitalismo. Ahora algunos ganarán y otros pueden perder la confianza de la gente lo que puede traducirse en nuevos y radicales reclamos y la consecución de algunos logros que antes no habían sido posibles aún con movilizaciones para conquistarlos. Lo que no podemos es atribuirle al virus un papel revolucionario. De ruptura o convulsionante de los más ingenitos y sagrados intereses del capitalismos. Los mismos capitalistas nos están hablando de ajustes y cambios para contener el descontento presente y futuro. Sin la gente que canalice los reclamos y conduzca los cambios ningún régimen va a ceder un solo centímetro de sus privilegios. Por el contrario pensaran en mantener un Estado más autoritario y hasta más eficiente que pueda tomar medidas cuando se le antoje como es el caso de la reclusión forzada, hoy por la pandemia, mañana, tal vez, por razones sociales, culturales, étnicas o políticas. Hoy se llama aislamiento o confinamiento voluntario, mañana, tal vez, toque de queda. Por ahora lo que es seguro es que ha sido siempre la primera reacción de los humanos ante las terribles pandemias el pánico y la incertidumbre. Lo que significa un miedo súbito, extraordinario, que oscurece la razón y oculta las verdaderas causas del problema. Al pánico por regla general le sigue la huida como una consecuencia inevitable.

Tal cual ocurrió a nuestros originarios hombres: dice Walter Ledermann (2003) que en el atardecer, el hechicero cro-magnon regresaba de un retiro de tres días en el monte, donde había estado recolectando yerbas mágicas, cuando le informaron que uno de los hombres había llegado enfermo de una larga jornada cinegética. Seguro de su poder curativo se recubrió con su vestimenta de venado y fue a verlo. Apartó el cuero que tapaba la entrada de la caverna e iluminó al enfermo con su antorcha. De inmediato dio un respingo, retrocedió espantado, ordenó levantar el campamento y huir hacia un incierto fin en medio de la noche. En la pustulosa cara del enfermo había reconocido la viruela cuya horrorosa imagen había recibido a través de los relatos sucesivos de su padre y de su abuelo, y sabía que la muerte era inevitable.

Esta ha sido siempre la primera humana reacción a las terribles pandemias: pánico. Un miedo súbito, extraordinario, que oscurece la razón. Al pánico sigue la huida, como consecuencia inevitable. Luego el estigma del contagiado. Acaso nuestros contagiados con SIDA no han víctimas del escarnio público, el apedreo y hasta la quema de sus hogares de habitación. Lo que no quiere decir que no existan en medio del pánico colectivo hombres curiosos y valerosos que han antepuesto la observación a su propio temor. A ellos, precisamente, les debemos los avances experimentados en las ciencias y, en este caso, en la Salud Pública.

Sabemos que ciertos monopolios y transnacionales han estado sacando provecho de la pandemia. En algunas áreas de la economía se han incrementado las ganancias. Otros han recurrido al aumento desmedido (especulación) de precios de los bienes y servicios. Algunos trabajadores han sido despedidos o se les ha limitado sus derechos salariales. En China, por ejemplo, controlan a plenitud los desplazamientos y las actividades de los ciudadanos a través de medios electrónicos. Estos síntomas del capitalismo no parecen dar muestra de un retroceso o de una enfermedad terminal, sino de una adaptación a lo que estamos viviendo o, mejor, sufriendo. Esta situación por el contrario desenmascara la barbarie del sistema social que privilegia los intereses económicos por encima de los pueblos.

Mientras tanto los trabajadores sencillos arriesgan su vida para poder sobrevivir ante la pandemia, los grandes industriales y comerciantes, los miembros residuo de las monarquías, los banqueros y terratenientes, los grandes burócratas del Estado, el Papa y cardenales, los pastores adinerados, etc., están escondiéndose en sus palacios o en sus mansiones. Es el campesinado pobre en común con los trabajadores los que en esta crisis contribuyen en el esfuerzo de mantener la producción de bienes y servicios.

La gente sencilla en su desesperación le reclama al Estado la prestación de servicios médicos en un Sistema de Salud que ha sido destartalado por el apetito rapaz de enriquecimiento privado. El Sistema de Salud está hoy básicamente en manos de la empresa privada que ha dado muestra de desgreño porque en vez de mejorar todos los días aparecen problemas que se tornan insalvables. En este Sistema de Salud parece que lo único rescatable es el recurso humano, el mismo que ha puesto el pellejo en unas condiciones de indignidad (bajos salarios, falta de equipos e instrumental), pero que el abandono es tan grande y riesgoso, que todo el mundo ha terminado confiriéndoles el trato de héroes.

Sin embargo, es el personal de la salud con sus científicos quienes han estado librando una lucha desigual en contra el Covid19. La razón es que desde hace mucho rato las políticas de salud despojaron al sector público de mano de obra y de equipamiento suficientes, para ponerlo al servicio de lo “privado” achicando de esta manera al Estado. Es lo que conocemos, entre otras características, como el modelo neoliberal ¿Cuántos médicos, enfermeras y otros actores de la salud no han enfermado o perdido sus vida luchando contra el Coronavirus19?

El capitalismo ha avanzado en medio de una jungla en donde va imponiendo las reglas del juego. La muerte o marginalidad de muchos significa el goce de pocos. La pandemia del Covid19 hasta ahora ha servido para develar aún mucho más la esencia de la economía capitalista con sus graves defectos para las mayorías. Bastaría con observar las declaratorias y actuaciones del gobierno norteamericano en cabeza de Donald Trump para uno darse cuenta del engaño del vértice imperialista acompañado por otros países del primer mundo. Ya no solo se habla de misiles sino también de guerras predeterminadas de carácter biopatológico que pueden destruir a una región o un país entero.

No obstante, quienes controlan al mundo no tienen mascarillas, ni médicos con la protección debida, ni máquinas respiratorias para poder proteger a su propia población. Hay enormes carencias de todo esto. Y ahora están pidiendo, como el caso norteamericano, material médico a la República Popular China y a la Federación Rusa. En los Estados Unidos existe el peor sistema de salud para pobres, desempleados y los económicamente vulnerables. Nada es gratis en sus hospitales. Se debe pagar en precios muy altos para todos. Mientras tanto el Presidente Trump anunció un paquete de medidas de 500 mil millones de dólares para reforzar a los grupos monopolísticos. También anunció ayudas por 29 mil millones de dólares para las compañías aéreas y 17 mil millones para empresas de seguridad.

Por lo tanto el mito aquel que ante la pandemia tanto ricos como pobres somos iguales se tiene que derrumbar. No es cierto que la enfermedad no tenga una evolución social que diferencia desde la percepción, la prevención, el padecimiento y el desenlace de la misma. El lema de que solo con el esfuerzo de todos lograremos salir de la crisis tiene un valor relativo. Al desatarse, incluso, una recesión económica, serán los de abajo los que llevarán la peor parte. Será la gente sencilla la que sufrirá las peores consecuencias a nivel laboral y económico.

No existe a primera vista una intención de humanización del capitalismo. Ni se va a encontrar vacuna para lograrlo. El sistema contiene la desigualdad social desde su propia matriz. La pandemia del Covid19 hasta ahora lo ha desnudado. Podrá adaptarse ante ciertas circunstancias pero no auto reformarse y mucho menos desaparecer para dar paso a otro sistema ¿Qué lograron las últimas pandemias como la Gripe Española, el H1N1, la Gripe de Hong Kong, el Ébola, el SIDA, el SARS, el Zika, etc., en este sentido? El capitalismo ha logrado sobrevivir a todas estas pestes. Es lógico que los primeros cambios serán demográficos dependiendo de la letalidad de la peste y el surgimiento de medidas económicas y políticas que por regla general apretarán el bolsillo de los más pobres. Solo los pueblos pueden generar cambios que son urgentes e imprescindibles ¿Lo lograran acaso en esta desastrosa coyuntura?

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