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La gran triste verdad

Por Álvaro Cotes Córdoba

La nave robot llamada Extreme, llegó a los límites del Universo, después de atravesar por entre un montón de planetas, soles, galaxias, agujeros negros y cinturones de asteroides, en un viaje que duró dos siglos. Las primeras imágenes que llegaron a la base de la NASA en la Tierra, en un principio, eran ininteligibles.

Pero después de ser analizadas minuciosamente, comprobaron que se trataba del límite, por cuanto no se veían más estrellas. Solamente se visualizaba una refulgencia borrosa de un hábitat nunca antes visto.

Pero lo más sorprendente fue descubrir que no se trataba de un ámbito diferente a los ya conocidos. Lo supieron por la composición química que arrojaron las imágenes en el sistema computarizado del centro espacial terrestre. Según el software analítico, ese nuevo y muy lejano ambiente, estaría integrado por unos componentes iguales a los existentes en la Tierra, aunque con la presencia de un elemento mayoritario del cual la inteligencia artificial del programa computarizado en la base de la NASA no pudo determinar su composición química.

Extreme parecía haberse detenido al frente de una gigante ventana sideral que en lugar de vidrio, tenía una sustancia gelatinosa, transparente y muy espesa, a través de la cual se podía ver y analizar con nitidez, la refulgencia borrosa que había al otro lado de ella. El medio ambiente que se visualizaba en las imágenes detrás de la gelatinosa sustancia transparente, parecía ser el hábitat de lo que conocemos hoy como El Universo. El interrogante que se plantearon de inmediato los científicos en la Tierra fue que ¿cómo iban hacer para que Extreme cruzara ese umbral sin resultar afectado en el tramo final de su larguísimo viaje sideral?

Yaron Port, el único científico descendiente de uno de los que participaron en la creación y lanzamiento de la misión del Extreme, hacía más de 200 años, sugirió que primero exploraran la masa pegajosa y diáfana con uno de los torpedos de la nave robot, jamás utilizados durante su prolongada travesía. No obstante, la idea fue descartada enseguida por la mayoría del equipo encargado de la misión en esa ocasión, por cuanto el programa en el sistema computarizado había arrojado que la sustancia protectora contenía hidrógeno y helio, de modo que una explosión inducida en ella podía encadenar otra de mayor e indeterminada cobertura, que pudiera incluso destrozar a la nave robot y probablemente hacerle un daño eterno e irreparable al ecosistema del Universo y al hábitat que estaban a punto de explorar.

Tras varios días de debate, Leisy Briana, la más joven del equipo de científicos de la NASA, tuvo una brillante idea, producto tal vez de su apasionamiento por el estudio de la robótica. Se acordó que en el Extreme había un mini explorador que, como los torpedos, tampoco había sido necesario usar durante el bicentenario trayecto recorrido. Por lo que sugirió activarlo y dirigirlo hacia lo que cubría la supuesta ventana aparentemente sin límite.

Todos la felicitaron, no precisamente por su extraordinaria sugerencia, por lo cual debió ser, sino por el aprecio que le tenían, ya que, además de inteligente y audaz, era muy bella y muy afable con todos.

— Así se hará — concluyó Termosom, el jefe de aquel equipo científico. A fin de cuentas, es un mini robot que jamás van a volver a utilizar. Por lo que podía sacrificarse por el bien del conocimiento de la humanidad.

Al día siguiente, a las 09:00 horas del 21 de marzo del año 3.500 del calendario y tiempo de la Tierra, el equipo de científicos comenzó la posible misión final del Extreme y le dieron la orden de enviar al mini explorer hacia la capa líquida, gruesa y cristalina que servía de barrera entre el fin del Universo y lo que se sospechaba era su hábitat. Diez meses más tarde, llegaron las imágenes de lo que había ocurrido: Increíblemente, el pequeño explorador había atravesado sin ningún problema la sustancia gelatinosa y había avanzado por el supuesto hábitat desconocido como si nada, pero desapareció después de que se alejó en su horizontal recorrido sin retorno ni control o sobrepasó la distancia específica de visión de la cámara del Extreme aún en el límite del Universo.

Luego de ponerlo a consideración y mirar todos los riesgos posibles si algo no salía bien, el equipo científico volvió a tomar la decisión de enviarle la que sería, ahora sí, la última misión a Extreme: Ordenarle que cruzara el portal del límite del Universo. Lo hicieron el 10 de abril del año siguiente y tuvieron que esperar otros diez meses, para saber cómo le había ido y lo que descubrieron después, los dejó boquiabiertos, sin habla y tratando de asimilar lo que observaron en las imágenes que cambiarían para siempre el concepto que hasta esos momentos tenían del Universo y de ellos mismos como seres humanos, si es que todavía se les podía seguir llamando así, luego de lo que vieron.

Extreme había filmado todo, desde cuando se acercaba hacia la frontera transparente y gelatinosa, hasta cuando la atravesó y siguió de largo por el nuevo ámbito hallado por fuera del Universo. Se demoró cinco horas en hacerlo, período que se midió por el tiempo que duraron las secuencias de las imágenes en reproducirse. Y aunque la visibilidad del desconocido y posible hábitat del Universo continuaba mostrándose borrosa, lo más extraño era el resplandor que se percibía en él, inigualable al que emanaba de un sol o una estrella. Pero lo que llamó más la atención y dejaría lelos a los científicos en la Tierra, a unos 200 millones de años luz distantes, fue cuando Extreme empezó a grabar con su cámara posterior y comenzó a mostrar El Universo desde su exterior, que ningún ser humano había visto nunca jamás. Al principio no distinguieron su forma, porque la nave robot todavía se hallaba muy cerca a él. A propósito, Extreme era un prototipo único, creado solo para emprender y culminar ese viaje. Funcionaba con un poder cuántico invisible, inaudible e inagotable, que se abastecía de cuanta energía encontraba en el espacio o por donde estuviera. Y entre más poder hallaba, más velocidad desarrollaba.

Además, tenía la particularidad de transformarse en una figura humana, como un transformer, lo que todavía no se le había ordenado desde la Tierra, porque no había sido necesario.

Cuando la nave adquirió una distancia correspondiente, de modo que se pudo ver una parte más clara del Universo desde su exterior, fue entonces que ocurrió lo impensado, lo inimaginable y lo que de seguro el 99 por ciento de la humanidad, jamás querrá creer ni si le muestran algún día los vídeos que grabó Extreme desde el exterior del Universo. En esas últimas imágenes que llegaron a la Tierra y el equipo de científicos pudo ver por primera vez con insólito asombro y desilusión, se observó un colosal ojo de alguna especie desconocida sin forma ni tamaño conocido. O sea que Extreme acababa de salir de ese ojo descomunal, perteneciente tal vez a un organismo indescriptible, lo que había hecho concluir a los científicos en la Tierra entonces, que el Universo como tal no es más que una parte muy ínfima dentro de otro organismo vivo, que es un millón de veces más grande:

Una total locura que les sería imposible explicar al resto de la humanidad si algún día se atrevieran hacerlo. Para ese año, 3.500, los humanos no estaban preparados todavía para oír esa gran triste verdad.

Nota del Autor: Este es un cuento de ciencia ficción, terminado de escribir hoy 28 de agosto de 2023.

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