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Por supuesto que no hablamos de futbol.

POR: Víctor Herrera Michel

Aunque, como dicen los comentaristas deportivos: “..Aún permanece en la retina  de los aficionados..” el gol que en el último minuto el samario Radamel Falcao García anotó contra Chile en Santiago y que le dio el empate  a Colombia, y le mantiene en la media inglesa (ganar en casa y empatar de visitante), en las eliminatorias suramericanas para el  mundial de Catar del 2022. Y que recordó aquel tanto del mismo “Tigre” en el 2014 cuando, también en el último minuto empató el partido a 3 goles en el Metropolitano y nos clasificó al mundial de Brasil.

Esta vez hablamos de las últimas protestas sociales en ambos países que iniciaron hace un año, pero que ahora están terminando de forma muy distinta.

En efecto, hace apenas dos días se conoció el resultado “aplastante” del Plebiscito en el que la gran mayoría de los chilenos votaron por una nueva constitución para su país (la actual es de 1.980, bajo el gobierno militar de Augusto Pinochet), que además deberá ser redactada por una “Convención Constitucional” paritaria e integrada por ciudadanos (sin parlamentarios) elegidos popularmente para tal efecto. Ello como producto del estallido social del 18 de octubre del 2019 cuando 20 estaciones del tren subterráneo fueron dañadas o incendiadas y se generó una ola de protestas rechazando la desigualdad social en temas como salud, educación transporte y pensiones, a las que el gobierno respondió con un decreto de estado de emergencia y toque de queda. Todo terminó con un acuerdo firmado en el congreso en la madrugada del 15 de noviembre, en medio de una serie de protestas y manifestaciones pacíficas.

Llama la atención que el presidente Sebastián Piñera que no solo comandó el primer gobierno de derecha (2010-22014) elegido democráticamente en Chile desde 1.958, sino que ahora lo hace por segunda vez (2018- actual), que es hijo de diplomático y educado en Harvard y  un rico empresario (según Forbes está en el top 10 de los multimillonarios chilenos), pidió perdón en su momento por la respuesta militar que dio a las protestas populares y prometió escuchar las legítimas demandas de los ciudadanos.

Curiosamente, casi al mismo tiempo que en Chile, en Colombia estalló un paro nacional escalonado y por etapas que desafortunadamente culminó con la muerte del joven estudiante Dilan Cruz, el 23 de noviembre en el centro de Bogotá, por un disparo del ESMAD en plena manifestación.

El presidente Iván Duque inició entonces lo que llamó “La Gran Conversación Nacional” que debía terminar el 15 de marzo. A la postre, 10 días antes de la larguísima cuarentena.

Un año después no solo no hay resultados concretos, sino que el ministro de la Defensa, a regañadientes, ofrece disculpas públicas por lo ocurrido en noviembre y además por la brutalidad policial en las recientes protestas que ocasionaron 10 muertos en Bogotá tras el asesinato del abogado Javier Ordoñez a manos de agentes de ese organismo.

La “tapa” fue el episodio de la semana pasada cuando el presidente decidió no atender a la “Minga indígena” que se desplazó desde el Cauca para pedirle protección por sus vidas. Lo único que obtuvieron fue el rechazo y la descalificación por parte del partido de gobierno.

Chile nos ha dado un gran ejemplo. Y eso que allá no existen tantos desplazados por la violencia ni líderes sociales asesinados o masacres de jóvenes, como aquí. Si bien, en términos futboleros, hemos podido empatarles en el último minuto en 2 oportunidades, en asuntos democráticos: ¡¡los chilenos nos van ganando y por goleada…!!

@vherreram

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